jueves, 19 de mayo de 2011

EL MATADOR

Finales de Octubre, 2010.
Cumpleaños de un amigo. Festejo en el bar de otro amigo. Un tercer amigo ejercía las veces de discjockey, atento a los requerimientos musicales de toda la concurrencia.
Mariano, parte de este grupo de amigos y más amigos, cantaba su “pedido” acodado a la barra: un “temazo” “del más grande, del maestro Cacho Castaña” (todo esto según sus propias palabras).
“Me conociste atorrante, travieso y aventurero / un romántico canalla con fama de mujeriego”, arranca el tango, para estallar en su estribillo: “Y ahora me quieres cambiar y ya no entiendo más nada / Dices que ya no te gusta lo que de mi te gustaba”, para terminar señalando: “Voy a cambiar y seré más atorrante que nunca”…
Si eso no es una carta de presentación de lo más digna para Mariano, no sé qué podría serlo…
La interpretó con una convicción importante, poniendo especial esfuerzo en que yo lo notara.
A pesar de haber sido obvio, al culminar su performance se acercó y me dijo muy serio: “El que avisa no traiciona”.
Todo esto tiene un por qué, claro.
Después de la proximidad de Mariano durante el festejo de mi cumpleaños, hubo un segundo acercamiento de igual o, incluso, mayor intensidad… Abruptamente interrumpido por mi persona, que entró en razón (no sé qué corno tenía que hacer la puta razón justo ahí y en ese momento, pero apareció y ya no pude sacármela de encima) y frenó la situación antes de que las cosas se enredaran más de lo que ya estaban.
Post 30 mi cabeza se había convertido en un maremoto, demasiados pensamientos, demasiadas personas, demasiada presión… Mariano evidentemente no sumaba, por el contrario… complicaba.
Juan y yo habíamos terminado, por rotularlo de alguna manera, y el episodio con Agustín y David ya había acontecido, pero de cualquier forma, Mariano no era una opción, no señor!
Así que paré las rotativas, bajé discurso sobre nuestro “circulo cercano” (ya que existe, vamos a aplicarlo a conveniencia, no?) y el hecho de que él era impresentable y yo difícil y hablé mucho y dije poco y él se ofendió o se enojó o se cansó de escucharme, no sé muy bien… La cosa es que se paró y me dijo: “¿Sabes qué? Tenes razón. Yo soy así. Que te mejores”; se dio media vuelta y se fue.
Apenas si nos cruzamos después de eso… Hasta esta noche que narraba.
Luego de su advertencia se puso a ejercer de cachivache licenciado en lo que restó de la velada.
Estoy acostumbrada a verlo avanzando a otras mujeres, pero algo me estaba molestando esta vez, algo que quise disimular, pero no pude.
Me descubrió mirándolo en más de una ocasión, por lo tanto, no me sorprendió verlo dejar en mitad de la pista a una pendeja en llamas que le fregaba todo el cuerpo al ritmo de la música, para venir a encararme con su mejor sonrisa socarrona.
“¿Qué pasa, Leis Lema? ¿Qué es lo que miras tanto?”
Mariano es un frontalizado total, no mide sus palabras, no filtra nada, jamás se va a sentir desubicado ni intimidado por decir lo primero que piensa. Es parte de su naturaleza.
Encima, había canilla libre… olvidate! Estaba perdidísima!
“¿Te gusto? Es eso, ¿no? Te gusto. Te encanto. Te vuelvo loca y no lo soportas”, seguía con su lengua filosa.
Yo me mordía los labios… un poco por no saber qué decir, otro poco para contener mis ganas de besarlo.
Odio admitirlo, pero en mi cabeza resonaba una parte de la letra de Cacho: “Y a pesar de mi pasado con historias sospechosas / Te enamoraste de mi, mira lo que son las cosas”… Noooooo!!!! No voy a darle la razón al Don Cachi, nononono…
Mariano seguía en su perfil de “soy lindo y lo sé” y yo me colgué el cartel de la “reina de la histeria” y jugamos juntos un buen rato.
Nos sacó de la penumbra de un rincón el “cumpleaños feliz” y entre saludos y abrazos nos perdimos entre los invitados.
De repente, un mensaje en el celular: “Vos hoy te venis conmigo, sabelo”.
Se me encendió el cuerpo de golpe, mi piel se erizó letra por letra.
A veces creo que soy una X-Men… sisi, una mutante al estilo Magneto, que se me pegan todos los rebuscaditos del vecindario…
Esos que mamá mira de reojo y canturrea “ya sé que no soy un buen yerno / soy un casi un beso del infierno”, y los que papá observa cruzando de vereda mientras piensa “ese extraño de pelo largo, sin preocupaciones va”… Esos, esos a mi me matan!
A modo de ejemplo uso la serie furor de mi adolescencia: “Beverly Hills 90210”… Manuelita suspiraba por el tierno y correcto Brandon Walsh?! Noooo… Volvíase loca por el conflictivo Dylan McKay!!!
Y ahí estaba yo, celular en mano, inmóvil como una cebrita antes de que se la lastre el león, pestañaba nomás.
Sentí su respiración en mi nuca y me dije: “Tas lista”.
“¿Nos podemos ir ahora?”, susurró y dejó escapar una risita pícara, casi infantil (de borracho, Manuela, decilo, no colorees más el cuadrito, que ya esta pintado).
Me di vuelta y me quedó de frente, muy (tal vez demasiado) cerca de la boca. Yo creo que empecé a temblar, como cuando te castañean los dientes del frío.
Nunca nos besamos. Estuvimos cerca, pero nunca nos besamos. Muy de telenovela lo nuestro. Pero no fue por crear clima, sino que no se dio o el momento no era el apropiado. En fin. Yo admito que estaba nerviosa. Quería mucho besarlo, pero tenía mucho miedo del después del beso y del beso en sí… de que me gustara, o de que no… Uff, así estaba!
No sé si fue mi imaginación o si algún Cupido amigo colaboró con la escena, pero yo lo escuché a Willy Rodríguez entonando: “Tener tus ojos debe ser ilegal / y más si cuando miras sólo inspiras a pecar”. Las luces se atenuaron (o al menos para mi, ya que Mariano me sacó suavemente los anteojos) y los dos cantamos cada estrofa con nuestras miradas, acariciándonos con el deseo y sin el tacto… “Mientras tu boca violenta revienta / dentro de mi boca como un rayo una tormenta”, fue casi una incitación al contacto tan esperado, tan ansiado.
Fue un beso largo y rico. Su aliento sabía a fernet bien frío y a florcitas cannabienses. Exhalamos un suspiro al unísono y nos dio gracia. Nos mordimos los labios al mismo tiempo y no pudimos más que volver a besarnos.
No sé cómo llegamos a mi casa, sólo sé que seguíamos pegados como dos perros en celo. Recuerdo que Chave nos observaba absorta desde un rincón, mientras nos revolcábamos por la alfombra (esto porque nos habíamos caído del sillón).
Reconozco que estábamos un tantito ardidos los dos (y también relajados por algunos alicientes)…
Y de pronto, Mariano me agarró la cara entre sus manos, alejándome un poco de su propio rostro, me dedicó un atisbo completo y me tiró: “Tranquila, tengo todo el tiempo del mundo para hacerte el amor”…
“Travieso y atorrante jugando al amor / ha vuelto el matador / ha vuelto el matador”… Perdón, se filtra mi tendencia a musicalizarlo todo!
A pesar de lo cursi (e íntimamente bonito) que eso me sonó, se sintió de ese modo, no curtimos… we made love :)
No hubo situación incómoda post coito, lo cual fue raro para haber sido la primera vez que estábamos sexualmente juntos.
Nos pusimos a charlar de cualquier cosa, que llevó a cualquier otra y así hasta que en un momento como que nos acordamos qué nos había llevado a estar ahí, los dos en pelotas en mi cama, y que se venga la segunda!
Nos dormimos extenuados y nos levantamos algo extraños.
A partir de ese momento, comenzaron a sucederse episodios de diversos tipos y mi relación con Mariano de a ratos se convertía en lo más clandestino que transité, en un abrir y cerrar de ojos era lo más pasional y liberador que me había pasado nunca, en un click parecía que sucedía solamente en mi mente y de pronto era lo único que existía.
Así de complejo él. Así de enmarañada yo.
Me decía a mi misma una y otra vez: “Cómo se te pudo ocurrir. Este tipo es… agggg. Cerrado, dominante, egoísta.” Blablabla… listas innumerables de defectos le encontraba… Pero aún así no podía negar que me gustara… muchito!
Por los caminos que tuve que andar un tiempo después, Mariano y yo ya no nos cruzábamos a diario.
Igual nos seguimos viendo, intermitentemente. Buscando excusas, a veces. Otras veces, de casualidad o causalidad, quién sabe.
En todas las oportunidades, yo arrancaba repitiéndome lo mismo: “Pase lo que pase, no te vas con él”.
En todas las oportunidades, dormíamos juntos.
Pero cometí un grave error: me enamoré. Y para colmo de males, se me ocurrió que era buena idea confesárselo.
Me había olvidado con quien trataba… “Soy así, un traficante de ilusiones diferentes / Sé que soy distinto a todos, pero igual a mucha gente / Soy así… si me amaron nunca quise, y si quise no lo sé”…
Cacho Castaña y el reputísimo pelotudo que te filosofeó!

martes, 10 de mayo de 2011

FOREVER JUAN

Como ya se pudo vislumbrar en comentarios anteriores, Juan siguió paseando su bipolaridad por mi vida.
Y yo fui y vine por sus enrosques todo lo que los míos propios me lo permitieron.
Juan me puede. Me mira y me puede.
Sus ojos me penetran en profundidad, siento que ve mis propios pensamientos volando sobre mi cabeza… y eso me pone nerviosa, me hace sentir expuesta.
Su mirada habla, pero no dice nada concreto, sólo siembra misterio, dudas y desconcierto.
Sus palabras no colaboran a la hora de aclarar, sino más bien que son expertas en el arte del oscurecimiento.
Juan no quiere que lo quiera, es evidente… y yo no puedo dejar de quererlo, a pesar de negarme a hacerlo.
Me gusta su ser solitario, malhumorado y desconcertante. Pero, a su vez, no me gusta nada que me haga sufrir como consecuencia de todo eso mismo.
Cuando creo que estoy a punto de empezar a odiarlo, basta una fugaz sonrisa para que me gane de nuevo.
Juan quiere un poquito que yo lo quiera, pero no le sale admitirlo, reconocerlo… Yo quiero que Juan me quiera, pero no todo el tiempo…
¿Será que nos parecemos y por eso nos reconocemos en el otro y por eso morimos de miedo?
Después del showcito montado para mi cumpleaños, Juan tuvo una temporada de derroche de cariño… Tardes de mates y besos y abrazos, noches largas de música y sexo, mañanas ornamentadas de bellas palabras y risas…
En pleno idilio, mis días se tornaron caóticos, por cuestiones ajenas a él, y mi humanidad se revolucionó completamente… ¿Qué hizo Juan al respecto? Panicoseó mal...
Se generaron discusiones que no llegaban a ningún puerto, que yo no tenía ganas de estar teniendo y, práctica como soy, corté por lo sano y “chau, mi querido, si te he visto no me acuerdo”.
Quise llorar con fuerzas, pero mis energías estaban agotadas por circunstancias que el destino me arrojaba a la cara.
Cuando menos lo esperaba, Juan volvió.
Arrebatado, como de costumbre, desprolijo en sus formas… pero volvió.
Y un pedacito de mi alma se iluminó de nuevo.
Fue corto el tiempo de la distancia, pero los dos estábamos distintos, al menos respecto a nosotros y lo que fuera que fuéramos.
Mantuvimos una cierta lejanía prudencial y decidimos no rotular lo que nos estaba pasando.
Yo no andaba del todo sola por esos días y los buitres a mi alrededor no le hicieron ninguna gracia.
Se mando moco para compensar su machez cabría y dolió fuerte y fue difícil amortiguar el golpe.
Otra vez el azar me obligó a girar sobre mi eje y mis pasos caminaron sin rumbo, lejos de él, lejos de todo…
Miré las pocas fotos que tenía de él tantas veces que creí ojearlo desde mi destierro, pero no quise saber más nada de su persona.
“Mejor así”, pensaba.
Sé que intentó buscarme, pero soy demasiado buena a la hora de jugar a las escondidas y no dio conmigo de ninguna forma.
A veces aún lo sueño, pero prefiero resguardarlo en mis fantasías que sufrirlo en mis realidades.
“No encuentro ningún modo de acomodarte a mi / y no encuentro ningún modo de acomodarme a ti”, dice una canción de Calle 13 que justo suena mientras escribo estas líneas… ¿será así?

PD: El destino, el azar, la vida, aquel, aquella o quien sea que maneja los hilos en todo esto me demostró en estos días que yo no corto ni pincho… Cuando ya lo había enterrado, cuando menos me lo esperaba, y en el lugar menos pensado… Juan resurgió.
Esto fue muy reciente e inesperado, todavía lo tipeo y me río a carcajadas. Me agarró desprevenida, fue todo de sopetón y aún está en proceso dentro de mi loca capochita, así que ya me extenderé, cuando salgan las entradas actualizadas y las cosas entre nosotros dos vayan surgiendo.