LA POSTERGACION Y LA CULPA

Había una vez dos amigas: una acción y una sensación. Se llamaban Postergación y Culpa.
Postergación era larga, inmensa, infinita.
Nunca llegaba a tiempo a ningún lado y odiaba la frase: “No dejes para mañana, lo que puedes hacer hoy”. Jamás se terminaba de decidir ante nada y, aunque para todos los demás no era más que una vaga, lo de ella era simplemente puro enrosque.
Postergación era miedosa y poco divertida.
Pero, a pesar de todo eso, su amiga Culpa no la dejaba ni a sol ni a sombra. A veces Postergación se sentía un poco asfixiada por Culpa, atormentándola con esto o aquello.
Culpa era más bien regordeta y petacona, como si anduviera retorcida por el mundo. También era bastante fea.
Le encantaba marcarle a todos sus fallas y detestaba el cuento: “No se culpe a nadie”, de Julio Cortázar. Vivía hablando del pasado y le costaba salir de los sucesos acontecidos, al menos sin una buena cuota de remordimiento.
Culpa era por demás trágica y bastante ridícula.
Estas dos amigas solían pasear cerca de mi casa, de todas mis casas, desde que era una niña. Sin importar donde yo viviera, ellas se mudaban al barrio.
Casi treinta años de verlas cruzarse en mi camino, de esconderme un poco de ambas…
Muchas veces logro escaparme de sus garras, pero tantas otras las dejo que me alcancen y nos ponemos a andar las tres agarradas del ganchete.
Para mi Postergación ni siquiera es una acción, pobre, es más bien una desacción, es no hacer, es casi la nada. No intento comprenderla, pero reconozco que a diario quisiera abandonarla.
Y Culpa, Culpa es otro tema… Culpa para mi es una cadena pesada, difícil de romper y dura de llevar… Culpa, sinceramente, es una mierda, pero no se les ocurra decírselo, no vaya a ser cosa que encima, ande por ahí descorazonada!