"Hoy voy a dar / un paso atrás / para dejar que vivas / tu realidad / Y quiero ser / un cero al as / como si no existiera / mi dignidad"...
Me temblaban las piernas y sentía que el corazón se me iba a salir del pecho, huyendo despavorido, espantado por mi abrupto arranque de coraje... pero mi voz resonaba nítida y, lo suficientemente, dulce como para escoltar esta letra de Rada.
A veces siento que me quedó el vicio impregnado de mi breve incursión en la edición audiovisual y no puedo evitar musicalizarlo todo.
Leo lo que escribo y alguna melodía siempre está ahí, acompañando.
Pero no se trata de una costumbre que no me puedo quitar, sino más bien de la realidad de mis días, con la música presente, siendo parte, dando forma.
He aquí un ejemplo de eso:
Luego de mi "prueba superada" de año nuevo, decidí ir a por más.
Hice unos arreglos para que me cubran en mis ocupaciones en Tigre y aproveché la solitaria morada de mis padres para pasar una semanita en la ciudad.
Toda la situación con Mariano me había puesto a pensar (más aún!!).
Y en mi laberinto de idas y venidas, todos los caminos me llevaban a Juan.
Tenía que tomar impulso y jugármela, de una vez por todas.
Yo podía querer tener al lado a alguien que tuviera una combinación de lo que más me gustaba de Mariano, Juan y Agustín... y George Clooney y Gonzalo Heredia y de todos mis idealizados hombres imaginarios... Pero, necesitaba uno real!
Y ese uno, era Juan... con sus mejores cosas... y las peores!
Tenía que buscarlo y decirle lo que sentía, no había opción.
Claro, del dicho al hecho...
Eso se ve muy bien en las novelas o en las películas, pero no... gracias, no tengo el guión en mano y se me complica con las improvisaciones.
El insomnio me atacó una noche de lluvia inspiradora y, daiquiri y conferencia con Loli y Amparo de por medio, lo llamé. Atendió al tercer ring - con esa voz de dormido que me derretía - y se quedó mudo ante mi primer "hola".
Ante todo le pedí perdón por la hora, apenas me respondió con su respiración. Intenté explicarle la razón de mi llamado, pero siquiera había empezado a enroscarme en mis palabras cuando me paró en seco y dijo: "Es muy tarde, y no creo que vos y yo tengamos nada que hablar".
Uh, directo al corazón.
Mis ojos se empañaron, se me hizo un nudo en la garganta y no pude contestar nada. Tragué saliva y tiré: "Perdón", y corté.
No lloré. No porque no tuviese ganas - me sobraban - pero no me salía ni una lágrima.
Es un problemita de años: padezco de discapacidad emocional.
No acierto jamás dolor con llanto.
Me puede suceder algo terrible que apenas me estremece en ese instante... y un año después, de la nada, porque vi una publicidad con un nene y un cachorro tiernos, largar un torrente irrefrenable que trae, cual avalancha, vaya uno a saber cuánta cosa.
Es horrible, pero soy así.
Mi cabeza no supo detenerse y el sol ya brillaba fuerte cuando me sonó el celular. Era una de mis amigas capitalinas que no veía hace tiempo; quedamos para merendar.
Creo que dormité un par de horas, hice terapia telefónica con Loli, me pegué una ducha quita penas y me fui a revertir mi día con una rica merienda y una gratificadora charla.
Con mi amiga me despejé un montón y me focalicé por un rato en otros asuntos... hasta que el destino metió la cola!
No, no me crucé a Juan... pero le pegué en el palo.
Me subo al colectivo, de regreso a lo de mis padres, y veo sentado a un amigo que hace mucho, mucho, no veía. Nos estrujamos en un abrazo y yo me le quedé prendida como garrapata, como si tratase de un guiño indicador de algo...
Mi amigo Tobías es practicamente un hermano para Juan.
Ay, el azar, el azar... ese loquito!
Al enterarse que me quedaba un tiempito en Buenos Aires, y después de varios "no te lo puedo creer", de mi parte y de la suya, ante la puesta al día de dimes y diretes, quedamos de organizar algo para vernos con todo el grupo.
Mientras bajaba la adrenalina de la emoción, un pensamiento se deslizó como un fantasma sobre mi cabeza: podía que Juan no concurriera a ese encuentro, que decidiera no aparecerse; pero si lo hacía, yo tenía que accionar, tirarme a la pileta e ir hasta el fondo, para poder ver si nosotros teníamos salvación.
"Voy a callar / Voy a negarte / Voy a ocultarme en mi dolor / Si te hace bien / puedo intentar / ser invisible un tiempo / para ayudar"...
Continuaba cantando la balada del uruguayo, con la compañía de mi amigo Tobías y su teclado, sentados en el patio de su casa, ante la mirada atenta del resto de la manada amigueril, que meneaba los cuerpos al ritmo de la melodía.
Encontrarme con personas que supieron ser tan importantes y cotidianas en otro momento de mi existencia, me llenó de sensaciones agradables. Vislumbrar la sombra de Juan entre ellos, me colmó de confusión.
Se cruzaron nuestras miradas y se dio media vuelta, caminando en sentido contrario al mío. Mi impulso inicial fue ignorar eso y seguir concentrada en la conversación de la que participaba.
No pude. Se me atragantó la siguiente conclusión: "Ok, no tenemos nada que hablar, estás enojado por nuestra despedida poco feliz, entiendo. Qué viniste a hacer acá, a una comida que se arma para verme? Ah, no, harta del jueguito de la histeria, harta estoy, estamos?".
Eyectada por esa idea, voy a su encuentro. Lo encaro solo, en un pasillo, acorraladísimo. Sin titubear, le hago ese planteo, y me arruina las hipótesis posibles con su cruda y realista - y jamás vislumbrada por mi - réplica: "Nos juntamos todos los viernes a comer pizza a la parrilla en lo de Toto, los invitados van variando, no hay necesidad de anunciarlos... No me advirtieron de tu presencia, sino no venía".
Uh, uh, y recontra uh!
Todo mal o me parece a mi?!
Tragame tierra. Quiero ser invisible. Rewind, rewind, rewind!
Juan se retiró de escena y yo me quería morir muerta.
"Porque para tu amor / no me queda más tiempo / se lo llevó el viento / junto con mi aliento"...
No me permití quebrarme. Se me tambaleaban un poco las estrofas, pero mantuve la alineación a la vez que fijaba mi miopía en la atención desatendida de Juan, apoyado en un macetero, escondido hacia el final del pequeño tumulto.
Después de su honestidad brutal, quedé tildada un buen rato, sentada en la escalera del living. Tenía todos los patitos desordenados, diciendo "guau" en lugar de "cuac". Me dirigí hacia el baño y entré sin golpear, dispuesta a darle rienda suelta a mis emociones pachuchas.
Juan se lavaba las manos... literalmente, digo, estaba en el baño enjuagándose el jabón. Se sorprendió. Yo también.
Cerré la puerta detrás de mi y arranqué: "Sinceramente no entiendo tu actitud. Tanto melodrama, tanto enojo. Está bien, convengamos que la última vez que nos vimos te eché de mi casa... y ponele, de mi vida. Pero no me parece tanto arrebato de tu parte. No es como que te rompí el corazón o me porté como una hija de puta con vos o algo así. Vos y yo no eramos nada concreto, nada sustentoso tampoco como para que me trates horrible después de aquella discusión...".
Estaba dispuesta a seguir tiroteando a Juan con mis palabras, pero su mutismo indescifrable me estaba distrayendo de mi discurso. Frené de golpe y lo miré fijo un instante, como tratando de entender, y le pregunté: "Qué te pasa, Juan? Me queres contar?".
Se mordió los labios y lanzó: "Qué queres que te diga, Manuela? Qué queres escuchar? Qué explicación te puedo dar si tenes todo tan claro... Vos y yo no fuimos nunca nada, no somos nada. Fui un tipo más en tu vida, uno más para la listita. Yo pensé otra cosa, quizás, quién sabe. Pero, vos estás muy segura que yo quería lo mismo que vos, todo el tiempo...", se le escapó una suerte de suspiro retenido, tenía un aire de indignación y bronca.
Yo no tenía ni la menor idea dónde estaba parada, por dónde venía esto... Juan había sufrido por nuestra ruptura?! Sencillamente, no podía imaginarmelo. Pero, algo había...
"Sabes, qué? Vos no tenes cara, nena. La verdad, no tenía ganas de verte ni hablarte ni escucharte... No puedo creer lo que hiciste... Usarme así... Fue premeditado, digo, por no haber registrado hace años aquella posibilidad entre nosotros?!", Juan hizo una pausa después de ese vómito de reproches y yo estaba más perdida que Colón cuando descubrió América... De qué estás hablando, Willy?!
"Qué me pones esa carita de desorbitada? Manuela, escribiste todo sobre mi en una página en internet", continuó con un tono más abajo. "Es un blog", lo corregí... Lo corregí, por favor, soy un desastre! Me regaló su mejor peor cara y exclamó: "Lo que mierda sea! Pusiste un montón de cosas mias y tuyas, nuestros encuentros, lo que te decía... y lo leyó cualquiera, entendes? Quién carajo te dio el derecho a hacer eso?!", su voz dejaba de ser agresiva para sonar más bien dolida... Y yo me sentí una mierdita.
El silencio nos abrazó un rato. Había tanto que quería decir y no me salía el habla...
"La lala lala / La lala lala / Te regalo esta melodía / para que recuerdes que / te quiero de verdad..."
Trataba que cada estrofa viajara desde mi alma hasta la de Juan, pero parecía que no llegaban. Pretendía abrazarlo verso a verso, hacerle ver mi intención...
"Yo... yo no me puedo borrar todo lo que leí. No sé qué pensar de vos. Contra todo pronóstico tuyo, a mi... me pasaban cosas...", se interrumpe ahí, da la sensación que tiene algo más que decir, pero sale del baño y me deja sola... sola con toda mi soledad inmensa, que pesa más que nunca. Se me llena de vacío el pecho y algo que raspa sube por mi garganta. Lloro. Lloro desconsoladamente.
"Ya comprendí / Todo esta mal / Y que de aquellos besos / no tendré más..."
Es dificil cantar con los ovarios en las amigdalas, descubrí, pero no imposible. Creo que tiene que ver con eso de que "la voluntad mueve montañas". Todos mis afanes estaban a disposición de que Juan entendiera mi sentir y desde ahí es que mi voz se arrastraba.
Estuve un largo rato encerrada en el baño a puro dolor. Se me escabullían unos quejiditos tipo espamos, horrorosos! Me recompuse a fuerza de mentalizarme en que si me demoraba mucho más y al salir lo hacía con la cara colorada como un tomate, me iba a desmayar de vergüenza: sólo se pueden dilucidar dos opciones: o estaba llorando... o cagando! Una genera preguntas, la otra una especie de repulsión...
En fin, la cosa es que di una bocanada de aire profundo y me dirigi al patio.
Me salió al cruce Tobías, insistiéndome que tenía que cantar algo con él, que era algo así como un bautismo tradicional de estas reuniones y, además, como todos ya se habían encargado de gastarme por mi consagración musical en las islas, no me podía negar!
En vez de elegir una que nos sepamos todos, no, la piba se tenía que enroscar...
Me decidí por una que transmitiera lo que me estaba sucediendo, lo que quería gritarle a Juan en medio de esa reunión - pero ya no me animaba.
"Porque para tu amor / no me queda más tiempo / Se lo llevó el viento / junto con mi aliento..."
Yo insistía, pero Juan... ya no estaba.
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