martes, 20 de septiembre de 2011

COSA ´E MANDINGA (O CUANDO LA REALIDAD SUPERA LA FICCION)

En toda telenovela los protagonistas tienen una balada característica… esa que entrelaza sus escenas, que suena según la intensidad de la situación y funciona como lei motiv a la hora de la secuencia de recuerdos…
Y si bien lo mío es más una comedia de situaciones que un culebrón, y ya con Juan tenemos un abultado prontuario melódico, creo que la noche de nuestro reencuentro podría haber arrancado siendo musicalizada con Paulinho Moska entonando:
“Yo estoy pensando en ti / Pensando en nunca más / pensar que te perdí…”
De hecho, yo estaba cantando esa mismísima estrofa y levemente pensando en él, y cuando lo vi, pensé: “Uh, el aislamiento ya me está afectando el cerebro. Veo gente muerta”.
Dejé pasar dos segundos, pero lo seguía viendo y me empecé a asustar un poco. ¿Estaré esquizofreinando?
Cuando mi voz tintineó: “… pensando en ti me siento bien…”, y él se mordió el labio inferior, me agarró el Panigazzi en el medio del pecho.
Me costó seguir con la canción, sobre todo cuando vi que interactuaba con otras personas.
Mierda! Estaba ahí, era real.
Sentí que se me aflojaban las extremidades y los ojos se me llenaron de lágrimas… (“y el culo de preguntas”, como bien acotaría una amiga mía).
Qué hace este pibe acá?!
Qué hago yo acá?!
Les cuento, la cosa es así: mi nuevo estilo de vida me permite tener mucho tiempo libre, de ocio si les gusta más… a mi me gusta decirle “libertad”… y esos espacios se van llenando de diferentes sensaciones que yo había ido dejando al pendiente para vaya uno a saber cuándo… Y entre esas cosas, estaba el canto.
Siempre quise tener una gran voz, pero no siempre se tiene lo que se quiere (no, en serio?! me jodes! ejue!)… pero, lejos de cercarme en ningún parámetro de perfección, con el tiempo descubrí que mi voz no estaba tan mal y que podía permitirme jugar a ser “cantora” algunas veces.
Acá en la isla son muy melodiosos y nos fuimos contagiando los ritmos, compartiendo las letras… Y me fui animando, despacio… Y me puse a practicar un poco, con algunas personas que se juntaban a tocar, para poner en forma a mis cuerdas vocales.
Los fines de semana hay un chiringuito (lugar en donde sucedió el “encuentro”) que le pone toda la onda, al que suelen ir, primordialmente, los isleños.
Es habitual que se den episodios artísticos improvisados sobre uno de los rincones del lugar… Alguien que se anima con la guitarra, algunos con instrumentos de percusión…
Muchos de esos alguienes y algunos son mis nuevos amigos, quienes me vienen intentando persuadir para que cante algo alguna noche.
Finalmente, se había organizado una suerte de fiesta-peña para juntar dinero para la biblioteca de la zona, y se armaron grupos para realizar diversas representaciones.
Mis adorados camaradas ejercieron presión y, además, me impulsaron anotándose todos a interpretar algo. Con uno de ellos, me decidí a hacer un dueto.
Elegimos “Pensando Em Voce”, un tema de Moska, cantor brasilero que encántame! La realizamos en su versión en castellano, of course… Ya suficiente papelón es cantar con público, encima en otro idioma… olvídalo!
Dimos vueltas hasta dar con el tema indicado, pero insistí con este; primero, porque me siento cómoda con el tono (grave, de hombre, claro, porque mi voz lejos está de parecerse a los aguditos de Valeria Lynch) y, segundo, porque decía mucho de lo que estaba queriendo exorcizar!
Beto, mi partenaire, me dio la derecha y ahí estábamos los dos, arriba de una tarima… Él, guitarra en mano; yo, corazón en boca…
“Ahora estoy pensando en ti / pensando en nunca más / dejarte ir…”, coreaban mis labios… y mis piernas temblaban y mis ojos se clavaban al suelo…
Por fin terminamos y, después de un cálido aplauso y el saludo de rigor, hice lo posible por escabullirme del cuadro…
No me resultó!
Juan me salió al cruce de la nada… de la nada, como había aparecido ahí… como un espectro!
No pude modular palabra cuando se me paró enfrente, se sonrío y me tiró uno de sus “hola” que me dan cosquillas en la panza… Me agarró la cara y yo me visualicé derritiéndome, cual Amelie, mientras sus deditos cannabicos acariciaban mi mejilla…
Por favor, cómo me gusta este pibe… No puede serrrrr!!!!
El tema con él es que siempre me genera las mismas ganas de querer abrazarlo fuerte contra mi como de querer salir corriendo… Qué difícil, qué difícil!
Yo podía ver que Juan movía su boca. Hasta podía llegar a percibir las palabras volando en su aliento, chocándose con el aire frío del afuera. Podía, incluso, escuchar los sonidos que emitían las letras al enroscarse unas con otras. Pero, por más esmero que pusiera, no estaba pudiendo entender lo que me decía.
Tenía la Super Final de Torneos de Karate en mi cabeza!
Sentí que estaba en uno de los trucos fallidos de Tu Sam y que por más que chasquearan los dedos no me iba a poder despertar.
“Ey, ni siquiera me vas a decir hola?!”… mi tímpano se destapó dejando llegar hasta mi cerebrito la encantadora voz de Juan!
Reaccioné y atiné a sonreír, abrazarlo y musitarle un tanto entre dientes: “Qué haces acá?!”.
Él me estrujó un poco más, dejó escapar algo parecido a un suspiro y contestó: “Vine a tocar con unos amigos”, como si fuese la respuesta más obvia del universo!
Acá?! Justo acá?!
Aparentemente.
Conseguí tomar distancia un momento del susodicho, que se preparaba con su gente para su cantata.
Me acerqué al tumultito que conformaban esa noche mis amigas insulares y solamente dije: “Ese, es Juan. Mi Juan”.
Lógicamente, este muchachito ha sido motivo de charlas tantas en nuestras reuniones de nenas y todas están al tanto de los vericuetos que pasé para intentar olvidarme de él… Así que la sola mención de su nombre revolucionó el gallinero, con el mayor disimulo que sus emociones les permitían.
“Cosa ´e Mandinga”, sentenció Mili, una de las artesanas del grupo y nuestra gurú espiritual… y todas asintieron.
Y creer o reventar… y yo casi exploto cuando reconocí los primeros acordes de “Fusión”, de Jorge Drexler…
Qué se hace en estos casos?! Por el poder de los Gemelos Fantásticos actívense… en forma de qué?!
Juan estaba “más lindo que nunca” (como diría Jorge Hané)… Y yo no podía sacarle la mirada afiebrada de encima… Repito: Qué difícil, qué difícil!
La velada seguía con su musicalización (ni si nos hubieran editado habría quedado tan exacto!): “¿Cuánto de esto es amor? ¿Cuánto es deseo? / ¿Se pueden o no separar? / Si desde el corazón a los dedos / no hay nada en mi cuerpo que no hagas vibrar…”, entonaba Juan sonriéndole con sus ojos a los míos, una vez que los encontró entre los presentes… y así se quedó a lo largo de toda la canción.
Yo tenía taquicardia, por supuesto. Sudaba estilo Niágara. No estaba pudiendo sentir mis dedos, ninguno de los veinte. Cada tanto lograba pestañar, como para ver si eso cambiaba algo. Y me parecía que estaba a cada momento a segundos de vomitar… pero era sólo por la sensación de vértigo que me ocasionaban mis pensamientos corriendo en círculos dentro de mi cabeza.
“Yo sólo quiero que sepas / no estoy aquí de visita / Y es para ti que está escrita esta canción”, culminó Juan su bella interpretación… y sonrío, se mordió el labio (es su marca registrada) y me guiñó el ojo.
¿Alguna vez se subieron a una montaña rusa? ¿Vieron ese efecto que provoca en el cuerpo? Lo mismo. Todos los pelitos del cuerpo… erizados!
Bajó del escenario, saludó y vino derechito hacia mi… eso sí, mirando hacia abajo. Cómo son!!! Gallito de lejos, de cerca…
Dijo un “hola” tímido a mis acompañantes y uno casi susurrado a mi. Se mordió el labio otra vez y se tomó su tiempo para mirarme a los ojos.
Yo esperé. Su cambio de actitud nos había balanceado. De repente, sentí que podía, quizás, controlarme.
Él sabe perfectamente que a mi no me gana el canchero. Está bajando las revoluciones del latin lover que se le escapó haciéndose el cantorcito ahí arriba. Me doy cuenta. Lo conozco. Y él a mi, por eso está “recalculando, recalculando”.
Finalmente, hizo una morisqueta que terminó con sus ojos posados en los míos y habló: “Todavía no lo puedo creer. Es… ¿Qué haces acá me queres decir?”… se reía algo nervioso, algo contento.
“Yo estoy viviendo acá hace un tiempo ya. ¿No lo sabías?”, doy fe que me parecía extraño que no lo supiera, ya que varios de nuestros amigos en común lo sabían y lo había puesto en mi Facebook, al cual él tiene acceso.
“Me enteré de casualidad hace muy poquito. Qué loco! La isleñita ella” / “La venida”, lo corregí.
Se reía, no podía parar de reírse. Asumo que habría fumado, pero quise pensar que era su emoción saliendo en forma de carcajada. La misma alusión hice por el brillo de su mirada.
Charlamos un largo rato, le conté estilo crónica mis días después de la última vez que nos habíamos visto, él me contó de él. Dijo sentirse orgulloso de ver que yo estaba haciendo con mi vida lo que verdaderamente quería (intentándolo, intentándolo… que no es lo mismo, estoy en proceso de aprendizaje!). Me gustó que lo notara y que lo mencionara.
Ahí me puse nerviosa de vuelta.
El festival estaba llegando a su desenlace y mis amiguetes y yo estábamos a cargo del show concluyente, así que dejé la cháchara con Juan y volví a estremecerme arriba del escenario. Me atrapa el pánico escénico, horrible!! En multitud se reduce un poco igual.
En fin, representamos “Fin de Fiesta”, la canción que Kevin Johansen interpreta con su banda The Nada, cantando una partecita cada uno. Adorable!
“Ya se acabó / Ya es el fin de fiesta / y nace el tan temido qué dirán / Si se fue con él / Si ella se fue con ella / Los que no entregaron ya lo harán / Si la vida es una orgía lenta / lo mejor debe estar por llegar…”, fue mi línea como segunda voz… y, más adelante, me tocó: “… que son cosas que pasan…”!
No, si es lo que yo digo… ni guionado ni editado quedaba así!
Compartimos un porro y una cerveza sentados en el muellecito del bar.
“Hace cosa de dos meses, Pato (amigo de Juan) viene con una onda que le habían tirado en uno de los lugares que solemos tocar, para dar una mano para recolectar plata para una escuela del Delta, supuestamente. Nos contó cómo venía el asunto y nos copamos. Cerramos todo hace dos semanas. Yo venía medio enroscado y no me estaba viendo con los pibes. La semana pasada me rompieron tanto las bolas que nos juntamos. Los chicos hablaban de vos en un momento y sacaron a colación lo de tu “vida en Tigre”. No estaba enterado. Pregunté un poco, debo confesar. Indagué bastante, en verdad. Después, me metí en tu página del Facebook, yo no entro nunca… Ahí pude recaudar más información. Y de repente, me di cuenta que el mismo lugar a donde veníamos nosotros, era exactamente donde vos estabas viviendo… Sobre todo, me lo confirmaste cuando publicaste: “Pánico por el debut del sábado en la feria para ayudar a la biblioteca”. No lo podía creer. Me agarró un ataque de risa nerviosa. ¿Es el destino, una casualidad? Estaba perturbado, por lo menos. Y ansioso. Ansioso de verte… ¿sabes?”, lo expuso todo de un tirón, haciendo pausas para iluminar su sonrisa, darle una pitada al cigarro y volver la mirada hacia mi.
No supe qué decir.
“¿Qué estás pensando?”, preguntó.
Uhhhh… en tantas cosas… en miles, en todas, en ninguna, en nada…
Lo besé. Sí, me frontalicé y lo besé.
Sinceramente, ¿qué probabilidades hay de que esto esté sucediendo? Tantas como de que no estuviese siendo. Las cosas pasan y ya… y pasan por algo. Y nosotros hacemos que pasen, también, de algún modo.
Por eso lo besé. Lo besé a conciencia de saber que eso era exactamente lo que yo estaba queriendo hacer en ese mismísimo instante, sin importar las consecuencias.
Juan me devolvió el beso y no pudimos parar.
Se mato de risa todo el camino en mi bote, repitiendo: “Esto hay que escribirlo” (ah, bueno, ponele… ay, Juancito, si supieras!) y, cuando llegó a mi casa, fue recibido por todo el amor de Chave, que chillaba como una loba… en celo! (ah, no, esa era yo!, por dentro, no me daban las manos para agitar iupis de alegría por este giro en la trama!).
Hice como que le mostraba donde vivía y él como que un poco puede que le interesara, y no pudimos seguir con la farsa…
Revolcón marca Acme. In-cre-í-ble!
La piel, la química… y yo que estaba más caliente que horno de barro, como dicen por estos pagos.
Quedamos tan exhaustos que no hubo espacio para conversaciones ni movimientos mentales. Mejor, imposible!Al día siguiente seguíamos asombrados y buscábamos vocablos para enmarcar este episodio… Ese fue el primer domingo de muchos domingos que amanecimos juntos contemplando el río tratando de dilucidar cómo fue que la vida nos volvía a cruzar… una vez más!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como siempre, impecable..pero éste es el final en la vida de Meme?

Marian

Meme dijo...

nono... sigue, sigue...