viernes, 25 de noviembre de 2011

UNA COSA ES UNA COSA Y OTRA COSA ES OTRA COSA

Según Meme: frase de Panigasi. Según Juan: de Zitarrosa.
Por esa pequeñez saltaron varias cosas… tantas cosas!
Qué difícil “ser” con alguien más, qué complejo es el arte de compartir la cotidianeidad.
De niñas nos enseñan todo ese circo del príncipe azul y los cuentos de hadas.
De grandecita una tiene que aprender, de golpe y porrazo, la verdad oculta de por qué esas historias terminan con frases hechas…
“Y vivieron felices por siempre”… claro, nadie se queda a ver si eso es cierto…
Nadie revela que el adorado amor de la Cenicienta después la hacía fregar mientras él miraba el partido, o que el amado de Blancanieves, tan agradecido con los amigos enanos, después tenía ataques de celos cada vez que su chica tomaba algo con ellos… eso no lo ponen en ningún libro.
Es obvio que las crudas verdades no venden tanto como las falsas ilusiones.
Y una va por el mundo pensando que cuando llegó a “y comieron perdices”, la vida está resuelta, ya está todo listo, se acabaron los problemas.
Noooooooooo!!! Wake up, despertate queridita!!!
Ahí todo recién comienza.
Porque hoy comes perdiz y mañana quiere que le cocines otra cosa y si de repente le avisas: a mi no me gusta cocinar!, te mira como bicho raro. Y si atinas a esbozar: cocina vos… Preparate!
¿Se entiende la metáfora culinaria?
Juan comenzó siendo una piedra preciosa en mis días frente al río y, de a poco, se fue convirtiendo en una piedra en el zapato.
Los enrosques del día a día se fueron agravando…
La sensación de percibir que Juan no estaba sabiendo muy bien lo que quería, mi poca paciencia para la comprensión de este hecho y mi particular forma de decir las cosas no fueron una buena combinación.
La tarde de Panigasi versus Zitarrosa empezó como una pavada y terminó como una batalla.
Yo sé que se dice siempre que las minas somos complicadas… pero, quién hizo ese análisis?! Supongo que alguien que no conoció, por lo menos, a este hombre!
Por favor, que manera de dar vueltas…
Yo llegué a una conclusión en medio de la discusión y no tuve mejor idea que expresarla en voz alta: “Uh, nenito, vos sos el típico pibe playstation… el clásico pendejito que le decis: vamos a jugar a la pelota al parque? Y te dice que no, pero después se queda jugando tres horas a la pelotita virtual… sabés qué? Yo no funciono con joystick”.
Agarré los dos petates que Juan tenía en mi humilde morada, se los arrojé y con mi mejor miradita de odio lo invité a retirarse.
Así no, así no…