jueves, 22 de diciembre de 2011

PIENSO, LUEGO EXISTO... Y LUEGO, QUE?

Mi mente necesita crear constantemente. Se duerme, sino. No se halla haciendo otras cosas.
Pensar, piensa. Incansablemente. Pero, no encuentra en eso satisfacción, por el contrario, la invade un halo de nostalgia crónica, una especie de laberinto interminable que la conduce al borde de la ansiedad, esa perra maldita. Se enreda en detalles y en un sinfin de preguntas sin respuestas, haciéndome caer en un abismo del que me cuesta salir.
La pobrecita, claro, después no tiene ansias ni fuerza de voluntad para ponerse ya en plan analítico de las cosas prácticas para las que se la suele utilizar. Con esfuerzo, cubre al menos las básicas, esas que casi funcionan por inercia, como acordarse de respirar y tomar los recaudos mínimos para sobrevivir al día.
Ya no le pidan que comprenda lo relacionado a la economía o al funcionamiento de lo tecnológico, y jamás de los jamases intenten que entienda todo ese asuntito de las injusticias o las vanalidades.
En cambio, cuando mi mente crea... se siente libre como nunca... capaz de volar!
Ríe, llora, odia, ama. Se pinta de colores y se perfuma completa. Canta y baila sin parar. Se pone alegre y gira como un trompo.
No importa el tamaño o el estilo de la creación.
Ella fluye como un niño corriendo. Aprendiendo en cada paso. Investigando los nuevos misterios. Sorprendiéndose con la magia maravillosa del hacer lo que para uno verdaderamente vale la pena!

martes, 13 de diciembre de 2011

JOSE, EL CARPINTERO

No es porque se acerca la navidad y me puse religiosa y se me da por contar la historia del padre adoptivo de Jesucristo...
Este carpintero llamado José no creo que acepte tan fácilmente el hecho de que un día venga su novia de turno y le diga: "hola, estoy embarazada... es del espíritu santo".
No, un tipo que su frase de cabecera cuando se habla de fe es: "yo creo en mi"... Como mínimo se le caga de risa y le contesta: "me viste la cara?! anda, que te ayude a mantenerlo la paloma blanca".
Antipático, huraño, desaliñado... así lo percibí la segunda primera vez que lo vi.
Poco tenía de la sonrisa amable y el gesto bueno de su tocayo de la biblia... pero, como yo no soy fana de ese libro, me cayó más en gracia este carpintero de carne y hueso y malhumor casi constante.
Jose (sin acento en la e, así lo llaman, así se presenta) es un vecino isleño. Su casa está bastante alejada de la mía y la descubrí una mañana, muy temprano, que me había desvelado y salí a remar para pasar el rato.
Perdida entre árboles, su cabaña es preciosa... y ahí estaba yo asomando el hocico, chusméandola cuando mi miopía hizo foco y vio una figura sentada en el umbral, que se incorporaba en actitud de pocos amigos. En un movimiento brusco, que casi me lleva al agua, me senté en mi botecito, me acomodé toda nerviosa y remé lejos de ahí.
Ese fue el primer avistaje.
La segunda vez, yo venía río abajo con Chave. La figura desfocalizada tomó forma de hombre y estaba sentado en su muelle, tallando una pieza pequeña. Intercambiamos miradas, le sonreí a modo de saludo cordial y él bajó la vista. Ah, bue... quedamo así, macanudo!
Averiguando un poco supe su nombre, profesión y que no estaba muy desacertada con los tres adjetivos que usé en un comienzo para describirlo.
Una tarde me lo crucé en la biblioteca. Yo había ido a llevar unos libros que había conseguido para donar y José colocaba unos estantes. Apenas me divisó me regaló una mirada gélida y giró dándome la espalda por completo. Esta vez, yo le devolví el gesto con mi mejor cara de culo y pasándole por al lado como si fuese un mueble.
Así tuvimos unos cuantos encuentros. Nos faltaba mostrarnos los dientes y gruñir.
Pero... así y todo, a mi me parece que me gustaba un poquito. O tal vez, precisamente era por eso... No, si yo no aprendo más! Cuánto más difícil y complicado, mejor! Quién me manda, eh?! Quién?!
Esto se sucedió una y otra vez, y cada vez me atraía más. Me encontraba pasando frente a su casa, aunque me quedara trasmano del mundo, practicamente a diario. Si pasaba y no estaba, me ponía como un nene caprichoso: refunfuñando y pataleando, inclusive. Era una adicción. Necesitaba su mirada agria por alguna razón.
Todo esto hasta aquella noche de canciones en la que se apareció Juan y ocupó mi atención casi por completo... Digo casi porque, incluso durante esa velada, estuve atenta al semblante adusto de José, que acodado en el rincón más recóndito de la barra contemplaba las distintas situaciones.
Cuando me encontraba sentada en el muellecito del chiringuito con Juan, charla que te charla, José salió en retirada. Yo levanté la vista y él la mano, a modo de saludo, y esbozó: "chau"... Me caigo y me levanto: es como yo digo, son de manual... todos, isleños, venidos, de tierra firme... de ma-nual!
A pesar de que Juan ocupó mis días y mi cabeza a partir de ahí, yo no dejé de pasar, cada vez que tenía ocasión, por la morada escondida de José.
A veces me sentía culpable, como si le estuviese siendo infiel a Juan, por ir a recoger un "hola" o una sonrisa de costado o un cabeceo o un movimiento de mano de José (a eso se reducía toda nuestra comunicación). Pero, a veces, a veces me sentía plena con tan sólo un ademán agradable del carpintero... A veces me sentía patética, claro está!
Una vez que invité a Juan a irse de mi casa, y en la medida de lo posible de mi vida, José no rondaba en mis pensamientos. Estaba demasiado ofuscada con uno como para ya arrancar a hacerme lío con el otro...
Pero... siempre hay un pero en mi... hace un par de atardeceres, "pasó lo peor" (como diría un amigo mío, buscador de giros en las tramas)... venía remando, cerca de lo del carpinterito, y zacate: se largo un chubasco terrible; el río se puso como loco y mi bote parecía un cascarón de nuez meciéndose dentro de un inodoro en descarga. Para colmo, el cielo se puso negro y mis ojos con muletas no estaban pudiendo ver absolutamente nada. Perdí noción de dónde estaba... y como que un poquito me empecé a desesperar... cuando de repente escucho un chiflido fuerte y vislumbro una lucecita que se movía de un lado a otro... Una voz gruesa y potente gritó: "trata de acercarte hacia acá, gira el bote y rema de espaldas, que yo te amarro". No sé cómo hice, pero lo hice. De un momento a otro, el barquito dejó de estar a la deriva y se sintió más firme.
La luz de la linterna no me dejaba descubrir a mi salvador. Sentí su mano mojada sostener la mía para ayudarme a bajar y recién cuando lo tuve frente a mi nariz me di cuenta que era Jose. Mi cuerpo empezó a temblar y se me agitó la respiración. "Estás bien?", preguntó. Yo sacudí la cabeza como respuesta. Sin soltarme, me condujo en la oscuridad.
Entramos a su casa, que estaba en penumbras. "Se cortó la luz", dijo y prendió unas velas. Yo permanecía en un silencio autista. Me trajo un toallón y me empezó a secar el pelo bruscamente. "Segura que estás bien?!", insistió. A mi no me salían las palabras y asentí pestañando. "Secate, que te voy a traer algo para que te cambies". Mis movimientos estaban realentados y el corazón estaba a punto de salirse de su lugar. Jose volvió en cuero y yo me lo quedé mirando fijo, como una marmota. Se me entrecortaba el aire. Él decía algo sobre la ropa que me estaba dando e iba y venía como un trompo. Yo tenía los pies pegados al suelo. "Estás helada", mencionó mientras refregaba sus manos sobre mis brazos húmedos. "Por qué no te das un baño para sacarte el frío?". "Bueno", al fin habló la mudita...
Mientras me duchaba, imaginé mil cosas que decir al salir. Sólo me salió un "gracias" escueto y escuálido. Jose me retrucó con una sonrisa cálida y una taza caliente de té con miel.
Permanecimos en silencio un largo rato, escuchando la tormenta caer sobre la isla. Hubo miraditas reciprocas, que luchaban por no quedarse petrificadas. Risitas inquietas y sonrisas varias.
Finalmente, surgió la conversación. Básica, muy del estilo "nombre y colegio" de Feliz Domingo, pero agradable.
José es hosco, definitivamente, pero intenta ser afable, aunque no le salga naturalmente.
La lluvia se fue como vino y yo me escapé junto con ella. Volví a agradecerle por los servicios prestados, prometí devolver el pantalón de jogging y la remera que me vestían ridiculamente, y me fui rema que te rema silbando bajito.
Esta mañana pasé a dejarle la ropa y compartimos unos mates. La charla fue un poco más profunda y los nervios menguaron bastante. Me devolví a casa cuando el salió a realizar un trabajo...
Y acá estoy, escribiéndolo también a él... Uno más que se suma... o resta?!
Ay, Manuelita, Manuelita... este chico tiene todos los ingredientes para darte una pataleta al hígado!
Y si, es oficial: Jose me gusta... mucho!

viernes, 25 de noviembre de 2011

UNA COSA ES UNA COSA Y OTRA COSA ES OTRA COSA

Según Meme: frase de Panigasi. Según Juan: de Zitarrosa.
Por esa pequeñez saltaron varias cosas… tantas cosas!
Qué difícil “ser” con alguien más, qué complejo es el arte de compartir la cotidianeidad.
De niñas nos enseñan todo ese circo del príncipe azul y los cuentos de hadas.
De grandecita una tiene que aprender, de golpe y porrazo, la verdad oculta de por qué esas historias terminan con frases hechas…
“Y vivieron felices por siempre”… claro, nadie se queda a ver si eso es cierto…
Nadie revela que el adorado amor de la Cenicienta después la hacía fregar mientras él miraba el partido, o que el amado de Blancanieves, tan agradecido con los amigos enanos, después tenía ataques de celos cada vez que su chica tomaba algo con ellos… eso no lo ponen en ningún libro.
Es obvio que las crudas verdades no venden tanto como las falsas ilusiones.
Y una va por el mundo pensando que cuando llegó a “y comieron perdices”, la vida está resuelta, ya está todo listo, se acabaron los problemas.
Noooooooooo!!! Wake up, despertate queridita!!!
Ahí todo recién comienza.
Porque hoy comes perdiz y mañana quiere que le cocines otra cosa y si de repente le avisas: a mi no me gusta cocinar!, te mira como bicho raro. Y si atinas a esbozar: cocina vos… Preparate!
¿Se entiende la metáfora culinaria?
Juan comenzó siendo una piedra preciosa en mis días frente al río y, de a poco, se fue convirtiendo en una piedra en el zapato.
Los enrosques del día a día se fueron agravando…
La sensación de percibir que Juan no estaba sabiendo muy bien lo que quería, mi poca paciencia para la comprensión de este hecho y mi particular forma de decir las cosas no fueron una buena combinación.
La tarde de Panigasi versus Zitarrosa empezó como una pavada y terminó como una batalla.
Yo sé que se dice siempre que las minas somos complicadas… pero, quién hizo ese análisis?! Supongo que alguien que no conoció, por lo menos, a este hombre!
Por favor, que manera de dar vueltas…
Yo llegué a una conclusión en medio de la discusión y no tuve mejor idea que expresarla en voz alta: “Uh, nenito, vos sos el típico pibe playstation… el clásico pendejito que le decis: vamos a jugar a la pelota al parque? Y te dice que no, pero después se queda jugando tres horas a la pelotita virtual… sabés qué? Yo no funciono con joystick”.
Agarré los dos petates que Juan tenía en mi humilde morada, se los arrojé y con mi mejor miradita de odio lo invité a retirarse.
Así no, así no…

martes, 20 de septiembre de 2011

COSA ´E MANDINGA (O CUANDO LA REALIDAD SUPERA LA FICCION)

En toda telenovela los protagonistas tienen una balada característica… esa que entrelaza sus escenas, que suena según la intensidad de la situación y funciona como lei motiv a la hora de la secuencia de recuerdos…
Y si bien lo mío es más una comedia de situaciones que un culebrón, y ya con Juan tenemos un abultado prontuario melódico, creo que la noche de nuestro reencuentro podría haber arrancado siendo musicalizada con Paulinho Moska entonando:
“Yo estoy pensando en ti / Pensando en nunca más / pensar que te perdí…”
De hecho, yo estaba cantando esa mismísima estrofa y levemente pensando en él, y cuando lo vi, pensé: “Uh, el aislamiento ya me está afectando el cerebro. Veo gente muerta”.
Dejé pasar dos segundos, pero lo seguía viendo y me empecé a asustar un poco. ¿Estaré esquizofreinando?
Cuando mi voz tintineó: “… pensando en ti me siento bien…”, y él se mordió el labio inferior, me agarró el Panigazzi en el medio del pecho.
Me costó seguir con la canción, sobre todo cuando vi que interactuaba con otras personas.
Mierda! Estaba ahí, era real.
Sentí que se me aflojaban las extremidades y los ojos se me llenaron de lágrimas… (“y el culo de preguntas”, como bien acotaría una amiga mía).
Qué hace este pibe acá?!
Qué hago yo acá?!
Les cuento, la cosa es así: mi nuevo estilo de vida me permite tener mucho tiempo libre, de ocio si les gusta más… a mi me gusta decirle “libertad”… y esos espacios se van llenando de diferentes sensaciones que yo había ido dejando al pendiente para vaya uno a saber cuándo… Y entre esas cosas, estaba el canto.
Siempre quise tener una gran voz, pero no siempre se tiene lo que se quiere (no, en serio?! me jodes! ejue!)… pero, lejos de cercarme en ningún parámetro de perfección, con el tiempo descubrí que mi voz no estaba tan mal y que podía permitirme jugar a ser “cantora” algunas veces.
Acá en la isla son muy melodiosos y nos fuimos contagiando los ritmos, compartiendo las letras… Y me fui animando, despacio… Y me puse a practicar un poco, con algunas personas que se juntaban a tocar, para poner en forma a mis cuerdas vocales.
Los fines de semana hay un chiringuito (lugar en donde sucedió el “encuentro”) que le pone toda la onda, al que suelen ir, primordialmente, los isleños.
Es habitual que se den episodios artísticos improvisados sobre uno de los rincones del lugar… Alguien que se anima con la guitarra, algunos con instrumentos de percusión…
Muchos de esos alguienes y algunos son mis nuevos amigos, quienes me vienen intentando persuadir para que cante algo alguna noche.
Finalmente, se había organizado una suerte de fiesta-peña para juntar dinero para la biblioteca de la zona, y se armaron grupos para realizar diversas representaciones.
Mis adorados camaradas ejercieron presión y, además, me impulsaron anotándose todos a interpretar algo. Con uno de ellos, me decidí a hacer un dueto.
Elegimos “Pensando Em Voce”, un tema de Moska, cantor brasilero que encántame! La realizamos en su versión en castellano, of course… Ya suficiente papelón es cantar con público, encima en otro idioma… olvídalo!
Dimos vueltas hasta dar con el tema indicado, pero insistí con este; primero, porque me siento cómoda con el tono (grave, de hombre, claro, porque mi voz lejos está de parecerse a los aguditos de Valeria Lynch) y, segundo, porque decía mucho de lo que estaba queriendo exorcizar!
Beto, mi partenaire, me dio la derecha y ahí estábamos los dos, arriba de una tarima… Él, guitarra en mano; yo, corazón en boca…
“Ahora estoy pensando en ti / pensando en nunca más / dejarte ir…”, coreaban mis labios… y mis piernas temblaban y mis ojos se clavaban al suelo…
Por fin terminamos y, después de un cálido aplauso y el saludo de rigor, hice lo posible por escabullirme del cuadro…
No me resultó!
Juan me salió al cruce de la nada… de la nada, como había aparecido ahí… como un espectro!
No pude modular palabra cuando se me paró enfrente, se sonrío y me tiró uno de sus “hola” que me dan cosquillas en la panza… Me agarró la cara y yo me visualicé derritiéndome, cual Amelie, mientras sus deditos cannabicos acariciaban mi mejilla…
Por favor, cómo me gusta este pibe… No puede serrrrr!!!!
El tema con él es que siempre me genera las mismas ganas de querer abrazarlo fuerte contra mi como de querer salir corriendo… Qué difícil, qué difícil!
Yo podía ver que Juan movía su boca. Hasta podía llegar a percibir las palabras volando en su aliento, chocándose con el aire frío del afuera. Podía, incluso, escuchar los sonidos que emitían las letras al enroscarse unas con otras. Pero, por más esmero que pusiera, no estaba pudiendo entender lo que me decía.
Tenía la Super Final de Torneos de Karate en mi cabeza!
Sentí que estaba en uno de los trucos fallidos de Tu Sam y que por más que chasquearan los dedos no me iba a poder despertar.
“Ey, ni siquiera me vas a decir hola?!”… mi tímpano se destapó dejando llegar hasta mi cerebrito la encantadora voz de Juan!
Reaccioné y atiné a sonreír, abrazarlo y musitarle un tanto entre dientes: “Qué haces acá?!”.
Él me estrujó un poco más, dejó escapar algo parecido a un suspiro y contestó: “Vine a tocar con unos amigos”, como si fuese la respuesta más obvia del universo!
Acá?! Justo acá?!
Aparentemente.
Conseguí tomar distancia un momento del susodicho, que se preparaba con su gente para su cantata.
Me acerqué al tumultito que conformaban esa noche mis amigas insulares y solamente dije: “Ese, es Juan. Mi Juan”.
Lógicamente, este muchachito ha sido motivo de charlas tantas en nuestras reuniones de nenas y todas están al tanto de los vericuetos que pasé para intentar olvidarme de él… Así que la sola mención de su nombre revolucionó el gallinero, con el mayor disimulo que sus emociones les permitían.
“Cosa ´e Mandinga”, sentenció Mili, una de las artesanas del grupo y nuestra gurú espiritual… y todas asintieron.
Y creer o reventar… y yo casi exploto cuando reconocí los primeros acordes de “Fusión”, de Jorge Drexler…
Qué se hace en estos casos?! Por el poder de los Gemelos Fantásticos actívense… en forma de qué?!
Juan estaba “más lindo que nunca” (como diría Jorge Hané)… Y yo no podía sacarle la mirada afiebrada de encima… Repito: Qué difícil, qué difícil!
La velada seguía con su musicalización (ni si nos hubieran editado habría quedado tan exacto!): “¿Cuánto de esto es amor? ¿Cuánto es deseo? / ¿Se pueden o no separar? / Si desde el corazón a los dedos / no hay nada en mi cuerpo que no hagas vibrar…”, entonaba Juan sonriéndole con sus ojos a los míos, una vez que los encontró entre los presentes… y así se quedó a lo largo de toda la canción.
Yo tenía taquicardia, por supuesto. Sudaba estilo Niágara. No estaba pudiendo sentir mis dedos, ninguno de los veinte. Cada tanto lograba pestañar, como para ver si eso cambiaba algo. Y me parecía que estaba a cada momento a segundos de vomitar… pero era sólo por la sensación de vértigo que me ocasionaban mis pensamientos corriendo en círculos dentro de mi cabeza.
“Yo sólo quiero que sepas / no estoy aquí de visita / Y es para ti que está escrita esta canción”, culminó Juan su bella interpretación… y sonrío, se mordió el labio (es su marca registrada) y me guiñó el ojo.
¿Alguna vez se subieron a una montaña rusa? ¿Vieron ese efecto que provoca en el cuerpo? Lo mismo. Todos los pelitos del cuerpo… erizados!
Bajó del escenario, saludó y vino derechito hacia mi… eso sí, mirando hacia abajo. Cómo son!!! Gallito de lejos, de cerca…
Dijo un “hola” tímido a mis acompañantes y uno casi susurrado a mi. Se mordió el labio otra vez y se tomó su tiempo para mirarme a los ojos.
Yo esperé. Su cambio de actitud nos había balanceado. De repente, sentí que podía, quizás, controlarme.
Él sabe perfectamente que a mi no me gana el canchero. Está bajando las revoluciones del latin lover que se le escapó haciéndose el cantorcito ahí arriba. Me doy cuenta. Lo conozco. Y él a mi, por eso está “recalculando, recalculando”.
Finalmente, hizo una morisqueta que terminó con sus ojos posados en los míos y habló: “Todavía no lo puedo creer. Es… ¿Qué haces acá me queres decir?”… se reía algo nervioso, algo contento.
“Yo estoy viviendo acá hace un tiempo ya. ¿No lo sabías?”, doy fe que me parecía extraño que no lo supiera, ya que varios de nuestros amigos en común lo sabían y lo había puesto en mi Facebook, al cual él tiene acceso.
“Me enteré de casualidad hace muy poquito. Qué loco! La isleñita ella” / “La venida”, lo corregí.
Se reía, no podía parar de reírse. Asumo que habría fumado, pero quise pensar que era su emoción saliendo en forma de carcajada. La misma alusión hice por el brillo de su mirada.
Charlamos un largo rato, le conté estilo crónica mis días después de la última vez que nos habíamos visto, él me contó de él. Dijo sentirse orgulloso de ver que yo estaba haciendo con mi vida lo que verdaderamente quería (intentándolo, intentándolo… que no es lo mismo, estoy en proceso de aprendizaje!). Me gustó que lo notara y que lo mencionara.
Ahí me puse nerviosa de vuelta.
El festival estaba llegando a su desenlace y mis amiguetes y yo estábamos a cargo del show concluyente, así que dejé la cháchara con Juan y volví a estremecerme arriba del escenario. Me atrapa el pánico escénico, horrible!! En multitud se reduce un poco igual.
En fin, representamos “Fin de Fiesta”, la canción que Kevin Johansen interpreta con su banda The Nada, cantando una partecita cada uno. Adorable!
“Ya se acabó / Ya es el fin de fiesta / y nace el tan temido qué dirán / Si se fue con él / Si ella se fue con ella / Los que no entregaron ya lo harán / Si la vida es una orgía lenta / lo mejor debe estar por llegar…”, fue mi línea como segunda voz… y, más adelante, me tocó: “… que son cosas que pasan…”!
No, si es lo que yo digo… ni guionado ni editado quedaba así!
Compartimos un porro y una cerveza sentados en el muellecito del bar.
“Hace cosa de dos meses, Pato (amigo de Juan) viene con una onda que le habían tirado en uno de los lugares que solemos tocar, para dar una mano para recolectar plata para una escuela del Delta, supuestamente. Nos contó cómo venía el asunto y nos copamos. Cerramos todo hace dos semanas. Yo venía medio enroscado y no me estaba viendo con los pibes. La semana pasada me rompieron tanto las bolas que nos juntamos. Los chicos hablaban de vos en un momento y sacaron a colación lo de tu “vida en Tigre”. No estaba enterado. Pregunté un poco, debo confesar. Indagué bastante, en verdad. Después, me metí en tu página del Facebook, yo no entro nunca… Ahí pude recaudar más información. Y de repente, me di cuenta que el mismo lugar a donde veníamos nosotros, era exactamente donde vos estabas viviendo… Sobre todo, me lo confirmaste cuando publicaste: “Pánico por el debut del sábado en la feria para ayudar a la biblioteca”. No lo podía creer. Me agarró un ataque de risa nerviosa. ¿Es el destino, una casualidad? Estaba perturbado, por lo menos. Y ansioso. Ansioso de verte… ¿sabes?”, lo expuso todo de un tirón, haciendo pausas para iluminar su sonrisa, darle una pitada al cigarro y volver la mirada hacia mi.
No supe qué decir.
“¿Qué estás pensando?”, preguntó.
Uhhhh… en tantas cosas… en miles, en todas, en ninguna, en nada…
Lo besé. Sí, me frontalicé y lo besé.
Sinceramente, ¿qué probabilidades hay de que esto esté sucediendo? Tantas como de que no estuviese siendo. Las cosas pasan y ya… y pasan por algo. Y nosotros hacemos que pasen, también, de algún modo.
Por eso lo besé. Lo besé a conciencia de saber que eso era exactamente lo que yo estaba queriendo hacer en ese mismísimo instante, sin importar las consecuencias.
Juan me devolvió el beso y no pudimos parar.
Se mato de risa todo el camino en mi bote, repitiendo: “Esto hay que escribirlo” (ah, bueno, ponele… ay, Juancito, si supieras!) y, cuando llegó a mi casa, fue recibido por todo el amor de Chave, que chillaba como una loba… en celo! (ah, no, esa era yo!, por dentro, no me daban las manos para agitar iupis de alegría por este giro en la trama!).
Hice como que le mostraba donde vivía y él como que un poco puede que le interesara, y no pudimos seguir con la farsa…
Revolcón marca Acme. In-cre-í-ble!
La piel, la química… y yo que estaba más caliente que horno de barro, como dicen por estos pagos.
Quedamos tan exhaustos que no hubo espacio para conversaciones ni movimientos mentales. Mejor, imposible!Al día siguiente seguíamos asombrados y buscábamos vocablos para enmarcar este episodio… Ese fue el primer domingo de muchos domingos que amanecimos juntos contemplando el río tratando de dilucidar cómo fue que la vida nos volvía a cruzar… una vez más!

martes, 16 de agosto de 2011

BLACKBIRD FLY

Los mandatos sociales y familiares siempre pesan, es voluntad de cada uno analizarlos, tomar lo que para uno vale y descartar el resto... pero cuesta y no todos tenemos el mismo ímpetu!
A medida que el tiempo pasa, voy resolviendo ciertas cosas que tienen que ver con esto; cada vez más me doy cuenta que yo soy la protagonista de mi propia vida, la hacedora… Me gustaría poder elegir mi destino en la medida de lo que pueda... y sinceramente, quisiera poder terminar trabajando de lo que amo, no sé si en un par de meses o un par de años, pero hacerlo... y si solo me dejo llevar por el sistema y sus reglas... nono... ahora todo se trata de consumir y eso nos lleva a un vértigo del que no quiero ser parte... muy hippie??!!!
Bueno, es como pienso, es como soy y ahora que ya tengo 30 (como si eso significara algo, no? pero sonaba bien en mi discurso) es como quiero mostrarme casi todo el tiempo (y digo “casi” porque siempre hay que dejar un margen para ciertas hipocresías formales).
También estoy casi segura que distintas opiniones se deben estar formando sobre mis decisiones tanto entre mi familia como entre mis amigos.
Valoro lo que puedan pensar pero, francamente, me tiene sin cuidado la mirada de los otros en este momento.
No es un ataque repentino de soberbia (lejos está de serlo), tan sólo es algo que estoy aprendiendo estos días, nada más…
Las mañanas en el río son maravillosas, llenas de luces nuevas, despertares y empezares; las tardes son más inquietas, movedizas, a veces inestables; los atardeceres son un sueño, un pedacito de paraíso para los ojos; y las noches son silenciosas, largas y muchas veces insomnes…
Y yo estaré viviendo en el lugar más apacible del planeta, en una especie de olimpo terrenal, pero mi cabeza sigue siendo mi cabeza… y no puede parar!
Dale que te dale, que qué está bien y qué está mal, que si lo que siento o lo que pienso o lo que puedo o lo que debo…
Necesito callar a las vocecitas en mi cerebro.
Estiro la mano y mi mp3 salvador me rescata desde la mesa de luz.
Le doy Play a lo que primero que salte.
http://youtu.be/Jn-DcEjUuQw
Mis rezos musicales siempre me regalan respuestas mágicas.
“Blackbird singing in the dead of night / take these broken wings and learn to fly / All your life / you were only waiting for this moment to arise”...

lunes, 15 de agosto de 2011

LA VENIDA

Me llamo Manuela Leis Lema.
Bautizada así por la buena fortuna de mi hermana en un juego de azar familiar, donde se disputaron distintas opciones para mencionarme, y por la fascinación de mi madre con Julio Iglesias y su tema homónimo.
De cualquier modo, a lo largo de mi existencia me han apodado de mil formas: Meme, Memita, Manu, Manucha, Manola, Manoca, Lela, Leis, Leis Lema, Lele, Gallega, Porotito, Yanyito con cola, Gitana, Tortona y Tota son algunos de los que recuerdo así de un tirón de una lista que parece inacabable…
Desde mi llegada al Delta, me he ganado un nuevo mote: “La Venida”.
Así nombran por estos lares a los que no son isleños natos, los venidos… y yo soy una nueva integrante de ese exclusivo clan.
Finalmente, conocí de a poco a los lugareños… Había acertado con mi pronóstico y me sentí tan a gusto con sus respectivas locuras!
Hay un par de venidos más, pero casi todos son nacidos en las islas, o entre aguas (como sucede muchas veces porque no se llega a destino; de pensarlo me pongo nerviosa, pero, en mis planes está muy distante eso de parir, así que no me adelanto a panicosear).
Muchos son artesanos; hay quienes tienen cultivos de frutas; otros, abejas; hay un matrimonio de zapateros; algunos artistas bohemios y un fotógrafo retirado.
Nos vamos abriendo las puertas y las andanzas a medida que los días pasan, pero me siento bien compartiendo con ellos; me gusta escuchar sus historias y contemplar sus posturas ante ese mundo que es el mismo para todos, pero cada uno ve de manera distinta…
Voy aprendiendo de ellos a convivir con este nuevo entorno, a enamorarme de él y comprenderlo.
Si bien estamos a aproximadamente una hora y media de distancia del ruido de la ciudad, parece que estuviésemos en otro planeta.
Acá, cada arroyo tiene su leyenda, su gente, sus lugares de pertenencia. Las islas forman pequeños pueblos, donde la gente se aúna, como en otros tiempos, para lograr cosas en común.
Las horas transcurren de manera diferente entre el sonido del agua y el cantar de los pájaros.
Es un lugar que definitivamente está rodeado de soledad, de esa soledad de la que casi todos huyen, por temor, por aburrimiento.
Es un lugar que colabora ampliamente para conocerte, para encontrarte… para hacerlo a tu tiempo, no al de los demás…
No es que esté aislada de la civilización, para nada; cuento con teléfono, luz eléctrica y conexión a Internet, sólo que tengo un montón de verde hermoso alrededor y cielo limpio y el río en el fondo de casa y… ahhh!
Es tradicional de esta zona ponerle nombre a las casas…
Me tomé mi tiempo para pensarlo bien. Grave error, cuando pienso y pienso, no hay quien me pare.
Finalmente, armé con mi collage manía el cartel que ahora engalana mi muelle: “LA BIEN VENIDA”…

jueves, 11 de agosto de 2011

NO MAN IS AN ISLAND…

Dice la célebre frase... y yo me fui a vivir a una!
Coexistir junto al río no se parece a nada a lo que yo haya estado acostumbrada.
Bichito de ciudad desde la cuna, siempre disfruté del aire libre y me sentí más plena rodeada de naturaleza que de cemento, pero mis experiencias en campamentos o vacaciones no tienen punto de comparación con mi nueva rutina.
Tuve que aprender de cero.
Mi primer desafío, pasada la vorágine y la excitación de la vuelta de página en mi vida, fue lidiar con los miedos… Ni más ni menos. Maldita tarea.
El tema con los miedos es que uno no tiene a dónde escaparse, dónde esconderse… y mucho menos cuando sentís que estás en el medio de la nada, rodeada solamente de vos misma!
Agarrate Catalina!
Hay que hacer de tripas corazón y darle pa´delante, poniendo el pecho y tratando de seguir, de avanzar.
Los temores venían en formato guía telefónica o Libro gordo de Petete, como prefieran… Se abalanzaban sobre mi, estrepitosamente…
Me abrumaban tantas preguntas: ¿Qué hago yo acá? ¿Y si no me banco ni dos días? ¿Y si la isla está llena de locos? ¿Y si hay tormenta? ¿Y si se corta la luz? ¿Y si crece el río y se inunda todo? ¿Y si no puedo volver a tierra firme? ¿Y si pierdo los remos en mitad del agua? ¿Si me atacan serpientes y arañas? ¿Si me caigo en mitad de la noche y nadie se entera? ¿Si me enfermo y llueve y no me anda el motorcito de la lancha y me caigo al río y me atacan peces extraños y me muero y nadie se percata?
Uh, era terrible… Un torbellino que terminaba cerca de una película de terror clase Z.
Creí que iba a enloquecer… y aún no habían pasado 24 horas desde mi llegada.
Por suerte, no estaba del todo sola…
Chavela saltaba feliz por el parque, se revolcaba por el césped y se asomaba al borde del agua, hundiendo su hocico para formar burbujas sonoras.
Me arrancó una carcajada y eso me relajó.
Caminé descalza un rato y la vista me abrazó dándome la más cálida de las bienvenidas.
Si me muero, más tarde o más temprano, alguien se va a dar cuenta. Y, la verdad, si me tengo que morir, este es un buen lugar para hacerlo. Además, hay menos probabilidades de que me ahogue en el arroyo que tengo enfrente que de que me la den en un asalto en Capital, ponele, o que me pise un bondi, sino. Acá puede haber tantas bichas alrededor de mi casa como en Buenos Aires había ratas y cucarachas. Y si me quedo incomunicada y a oscuras, me abrazaré a Chave y cantaré con toda la fuerza de mis pulmones, como todas las veces que me atrapó el pánico. Si la isla está poblada por lunáticos, me uno al club y me dejo ser de una vez por todas! Y si no me lo banco ni un día, me vuelvo y veo qué mierda hago!!
Y, claro, me di cuenta de golpe qué hacía yo acá…
Vine a encontrarme conmigo misma, a conocerme…

jueves, 14 de julio de 2011

THE PROPOSAL

“Yo te propongo que nos amemos / nos entreguemos / y en el momento / que el tiempo afuera no corra mas /… / Yo te propongo de madrugada / si estás cansada / darte mis brazos y en un abrazo / hacerte a ti dormir / Yo te propongo no hablar de nada / seguir muy juntos la misma senda /… / y más que todo / después de todo / brindarte a ti mi paz…”
Roberto Carlos parece querer muchas más cosas de las que propone en su canción si nos dejamos influenciar por su tono seductor…
Pero, si bien fue un hombre quien me hizo “la” proposición de la que les hablé, yo sigo siendo yo y nadie me va a venir a andar proponiendo cosas indecorosas o fastuosas o ni hablar románticamente maravillosas…
Me ofrecieron una locura, tal vez para los ojos de algunos… No, me ofrecieron una locura… Sólo que yo estoy un poco loca y me pareció que entre demenciales nos íbamos a entender.
Para mi la balada del brasilero es entonada por el río: mi nuevo vecino.
Vengo de familia de agua, por un ramal de mi madre, y un abuelo marinero, y mis hermanos kayakeros y yo… remo!
En serio, más allá de “remarla” casi siempre para salir airosa, adoro el remo como deporte. De chica lo practiqué mucho, después lo dejé de practicar (cosas de adolescentes, cosas de la vida), cada tanto volvía a remar y ahora… es mi medio más común de locomoción.
A través de uno de mis hermanos me entero que unos conocidos están necesitando gente para laburar: un trabajo nuevo para mi, aunque estaba capacitada totalmente para cubrirlo; dinero promedio, no era lo que más me tentaba ni me interesaba; iba a estar sola, haciendo algo no muy forzoso… y me daban casa… en un lugar precioso… pero, muy diferente a donde solía vivir…
Al principio comenzó como una broma y de a poco fue cobrando matices hasta llegar a tenerlo todo: era justo lo que necesitaba!
Un ticket hacia una nueva aventura.
Siempre pienso en el miedo que dicen que tienen los escritores a la hoja en blanco… Para mi significa un desafío, un poder crear de cero lo que sea, pero, claro, yo lejos estoy de ser escritora.
Aunque escribo mi propia historia, esta que hoy vuelvo a compartirles.
“Me llamo Manuela Leis Lema, pero todos me conocen como Meme. Tengo 30 años cumplidos, lo que significa que estoy atravesando mis 31. Vivo con mi adorada perra negra Chavela “La Brava” y convivo a veces con algunas otras especies animales que residen por el fondo de mi morada. Soy sola, pero ya no me pesa como antes, o quizás pesa distinto, quién sabe. Durante la semana reparto mi tiempo entre mis “trabajitos de artesana”, los quehaceres domésticos, parte de mi función laboral puntual y algunas cosillas que me entretienen las horas. Los fines de semana dedico gran parte a mi nuevo trabajo como guía y a recibir visitas en mi casita del Tigre.”

viernes, 8 de julio de 2011

VOLVER… CON LA FRENTE MARCHITA

"Tengo que sentarme y postear aunque sea lo que ya tengo escrito", me levante convencida esta mañana.
Las cosas ya no son lo que eran en mi vida y este blog corrió esa misma suerte...
Cuando escribí la primera entrada lo hice desde la necesidad de decir, de contar, más allá del desafío impuesto por Greta, mi psicóloga... Sentía el apremio de hacer catarsis a través de mi escritura, de mi "poder" expresarme de algún modo...
No es que hoy no lo disfrute ni me resulte terapéutico, sólo que no me hace falta, no me es elemental para seguir andando y entendiendo...
Pongamosle que en estos días me dan más ganas de vivir la vida que analizarla! De ir viendo qué me pasa y cómo lo resuelvo justo en el momento en que las cosas dan conmigo y no antes...
Me siento más liviana, más yo... aunque estoy distinta, aunque sea otra...
En las últimas publicaciones, hablé de los tres hombres que rondaban por mi existencia desde que arranqué esta vorágine de palabras online y dejaba temas al pendiente para una próxima vez... que nunca llegó!
Quisiera no extenderme, quisiera por una vez ser breve a la hora de explicar, de narrar... Concentrarme sólo en lo importante y desechar los detalles a un costado... Es difícil, sobre todo porque pasó mucho y muy desordenado y sin sentido...
Anhelaba tanto irme de ese trabajo que no me complacía en lo más mínimo, o en verdad sí, me complacía en lo elemental: un sueldo más o menos digno, en blanco, con obra social y aportes; buenos compañeros que se convirtieron en amigos y... si me tienen un poco de paciencia, quizás, que le rescato algo más! Pero, ¿podían estas razones atarme? ¿Qué perdía yendome de ahí? ¿Y lo que ganaba acaso no jugaba?
Mientras yo meditaba sobre cuál era la decisión correcta, el mejor plan a emplear o lo que fuere, la empresa decidió "dejarme ir", después de un altercado menor con el imbécil de mi jefe, quién pidió que me invitasen amablemente a retirarme de mi puesto.
No vale la pena entrar en los rincones pestilentes que cercaron toda esta situación. La gente oscura y siniestra de pensamiento, aquellos que se creen algo mejor por estar en un determinado lugar, no son destino posible para mis energías.
La cuestión es que de la noche a la mañana me convertí en "desempleada", un rubro en el que no he tenido ninguna experiencia positiva anteriormente. Nací para ser activa, la pasividad del no hacer me desquicia... God help me! (y a todos los que me rodeen)
Tuve ese primer comienzo del goce, del placer casi vacacional que se palpita al no tener que atenerse a horarios ni estructuras. Me duró una semana y media, con toda la furia.
Después entré en el trance "desperate housewife", dele que te dele limpiando y acomodando todo el día. Insoportable!
No había novedades laborales y la temporada de bajón, no me soporto, no te soporto, no soporto al mundo, me convierto ya en bicho bola, duró bastante tiempo...
Para cuando llegó la época del "agarro cualquier cosa, lo que sea", hubo un problema mayor con el que lidiar: no estaba pudiendo mantenerme... económicamente hablando. Y el destino no me tiraba un centro...
Período de decisiones varias. No time for thinking, just to act! Hubo que improvisar...
En una de las conversaciones más lindas de mi vida, mi querido amigo Puma me invitó a refugiarme entre sus cuatro paredes. Parecía una locura (mi mamá así lo creía; obvio, para ella era más sencillo entender que aceptara el dinero que con mi papá me querían prestar, o que me mudara a su casa - esa si hubiese sido una verdadera cosa de locos!), pero en ese momento no había espacio para las coherencias en mis días, en mis horas, en mis minutos... Irme a vivir con el Puma era lo más sensato!
La convivencia fue buena hasta que dejó de serlo, lógico. Los roces surgieron y me pareció mejor buscar casa nueva que perder camarada antiguo. Roté por hogares amigos y pasé por lo de mis hermanos también, para culminar hospedándome en lo de una de mis primas, recién separada y con un niño.
Resultó una buena ecuación. Los tres nos veníamos bien a los tres. "Dadme un punto de apoyo y levantaré el mundo", citó Greta a Arquímides (porque Greta seguía ahí, a pesar de mi "renuncia" a ella al quedarme sin obra social y con otras prioridades de gastos... "Ya nos vamos a ir arreglando", dijo... y así fue). Mi prima, su hijo y yo eramos una familia moderna, disfuncional o medio rara, pero familia al fin, llena de amor para dar y recibir. Tal vez el afuera no pudiera entenderlo ni verlo, pero era así, doy mi palabra.
El asunto fue el siguiente: mi prima tenía su casa, su auto y su laburo pero ya no tenía a su esposo. Necesitaba alguien que le cuidara al nene, que fuera de confianza, que pudiera estar full time y yo necesitaba dinero, algo con que entretenerme y un lugar para dormir. Bingo!
Mientras todo esto sucedía, yo percibía las miradas a mi alrededor y se me venía una frase a la cabeza: "No te pido que me entiendas, sólo que me quieras"... Repetía esas líneas internamente desde mi infancia cada vez que me sentía incomprendida... aún lo sigo haciendo.
Sé que no soy figurita fácil, no sé porque extraña razón nací compleja, pero jamás le pedí a nadie que me desenmarañe, que me resuelva como un acertijo... Siempre pretendí lo mismo: que me acepten como soy, que me amen aunque no sepan muy bien cómo o por qué... La pregunta es: yo lo aplico? Conmigo misma, digo...
En fin, más allá de los comentarios por las decisiones tomadas, fue un período de reacomodamiento de la mente, de los valores y de las emociones.
Empecé a prestarle atención a aquellas cosas que me gustaban y no solía dedicarles tiempo.
Una mañana me puse a lijar una mesa vieja, que mi prima tenía tirada por ahí. Cuando llegó la noche, había culminado mi primera obra de "amorarte": una lavada de cara increíble para la mesita, que ostentaba su bello collage!
Fue mi primer mueble reciclado. Y no pude parar.
"Muy bien, muy bien. Lavorterapia", coreaban los entendidos.
No sé si era eso. O que finalmente me había topado con algo que de verdad me gustaba hacer...
Una amiga me pidió que hiciera algo parecido con unas sillas de ella, después me encargaron algo más y otra cosa y así fui sumando "trabajitos de artesana", como me gustó bautizarlos.
Esto, junto con otros curritos que fui adquiriendo, infló algo mi economía y, si bien seguí siendo "la chica con cama adentro" en lo de mi prima, ya no recibía dinero por cuidar a la criatura y, de hecho, contratamos a alguien más para que lo hiciera.
Aún no podía levantar vuelo por cuenta propia (o sea, alquilarme algo), pero estaba siendo hora de irme de ahí. No por mi prima ni su hermoso hijo, sino por mi.
Extrañaba mi soledad, mi espacio.
Una tarde todo cambió.
Me hicieron una propuesta disparatada a la que no me pude negar...
Y no es que quiera dejarlos con la intriga, pero la idea era llegar de lo pendiente hasta poder pintar un poco el hoy en una sola posteada y creo que se cumplió el objetivo.
Tal vez estos parrafitos hubiesen sido una entrada particular cada uno, si los hubiese publicado en el momento que iban aconteciendo, pero los tiempos bloggeros son mas tiranos que los televisivos y hay que caer en el resumen de la historia, en la parte de atrás de la cajita de la película… De cualquier forma todas, y cada una, de esas situaciones ya están arraigadas en mi, forman parte de mis recuerdos y, como ellos, pueden aflorar cuando les plazca, escondidas o disfrazadas dentro de otros momentos…
Prometo no prometer que “nos vemos pronto” o “les juro que no pasa de una semana sin volver a escribir”, porque no me gusta andar quebrantando promesas por ay… y si es que no cumplo con lo prometido, los sorprendo y qué mejor regalo, no?! Estoy en todo…;)
Los echaba de menos, debo reconocer.

jueves, 19 de mayo de 2011

EL MATADOR

Finales de Octubre, 2010.
Cumpleaños de un amigo. Festejo en el bar de otro amigo. Un tercer amigo ejercía las veces de discjockey, atento a los requerimientos musicales de toda la concurrencia.
Mariano, parte de este grupo de amigos y más amigos, cantaba su “pedido” acodado a la barra: un “temazo” “del más grande, del maestro Cacho Castaña” (todo esto según sus propias palabras).
“Me conociste atorrante, travieso y aventurero / un romántico canalla con fama de mujeriego”, arranca el tango, para estallar en su estribillo: “Y ahora me quieres cambiar y ya no entiendo más nada / Dices que ya no te gusta lo que de mi te gustaba”, para terminar señalando: “Voy a cambiar y seré más atorrante que nunca”…
Si eso no es una carta de presentación de lo más digna para Mariano, no sé qué podría serlo…
La interpretó con una convicción importante, poniendo especial esfuerzo en que yo lo notara.
A pesar de haber sido obvio, al culminar su performance se acercó y me dijo muy serio: “El que avisa no traiciona”.
Todo esto tiene un por qué, claro.
Después de la proximidad de Mariano durante el festejo de mi cumpleaños, hubo un segundo acercamiento de igual o, incluso, mayor intensidad… Abruptamente interrumpido por mi persona, que entró en razón (no sé qué corno tenía que hacer la puta razón justo ahí y en ese momento, pero apareció y ya no pude sacármela de encima) y frenó la situación antes de que las cosas se enredaran más de lo que ya estaban.
Post 30 mi cabeza se había convertido en un maremoto, demasiados pensamientos, demasiadas personas, demasiada presión… Mariano evidentemente no sumaba, por el contrario… complicaba.
Juan y yo habíamos terminado, por rotularlo de alguna manera, y el episodio con Agustín y David ya había acontecido, pero de cualquier forma, Mariano no era una opción, no señor!
Así que paré las rotativas, bajé discurso sobre nuestro “circulo cercano” (ya que existe, vamos a aplicarlo a conveniencia, no?) y el hecho de que él era impresentable y yo difícil y hablé mucho y dije poco y él se ofendió o se enojó o se cansó de escucharme, no sé muy bien… La cosa es que se paró y me dijo: “¿Sabes qué? Tenes razón. Yo soy así. Que te mejores”; se dio media vuelta y se fue.
Apenas si nos cruzamos después de eso… Hasta esta noche que narraba.
Luego de su advertencia se puso a ejercer de cachivache licenciado en lo que restó de la velada.
Estoy acostumbrada a verlo avanzando a otras mujeres, pero algo me estaba molestando esta vez, algo que quise disimular, pero no pude.
Me descubrió mirándolo en más de una ocasión, por lo tanto, no me sorprendió verlo dejar en mitad de la pista a una pendeja en llamas que le fregaba todo el cuerpo al ritmo de la música, para venir a encararme con su mejor sonrisa socarrona.
“¿Qué pasa, Leis Lema? ¿Qué es lo que miras tanto?”
Mariano es un frontalizado total, no mide sus palabras, no filtra nada, jamás se va a sentir desubicado ni intimidado por decir lo primero que piensa. Es parte de su naturaleza.
Encima, había canilla libre… olvidate! Estaba perdidísima!
“¿Te gusto? Es eso, ¿no? Te gusto. Te encanto. Te vuelvo loca y no lo soportas”, seguía con su lengua filosa.
Yo me mordía los labios… un poco por no saber qué decir, otro poco para contener mis ganas de besarlo.
Odio admitirlo, pero en mi cabeza resonaba una parte de la letra de Cacho: “Y a pesar de mi pasado con historias sospechosas / Te enamoraste de mi, mira lo que son las cosas”… Noooooo!!!! No voy a darle la razón al Don Cachi, nononono…
Mariano seguía en su perfil de “soy lindo y lo sé” y yo me colgué el cartel de la “reina de la histeria” y jugamos juntos un buen rato.
Nos sacó de la penumbra de un rincón el “cumpleaños feliz” y entre saludos y abrazos nos perdimos entre los invitados.
De repente, un mensaje en el celular: “Vos hoy te venis conmigo, sabelo”.
Se me encendió el cuerpo de golpe, mi piel se erizó letra por letra.
A veces creo que soy una X-Men… sisi, una mutante al estilo Magneto, que se me pegan todos los rebuscaditos del vecindario…
Esos que mamá mira de reojo y canturrea “ya sé que no soy un buen yerno / soy un casi un beso del infierno”, y los que papá observa cruzando de vereda mientras piensa “ese extraño de pelo largo, sin preocupaciones va”… Esos, esos a mi me matan!
A modo de ejemplo uso la serie furor de mi adolescencia: “Beverly Hills 90210”… Manuelita suspiraba por el tierno y correcto Brandon Walsh?! Noooo… Volvíase loca por el conflictivo Dylan McKay!!!
Y ahí estaba yo, celular en mano, inmóvil como una cebrita antes de que se la lastre el león, pestañaba nomás.
Sentí su respiración en mi nuca y me dije: “Tas lista”.
“¿Nos podemos ir ahora?”, susurró y dejó escapar una risita pícara, casi infantil (de borracho, Manuela, decilo, no colorees más el cuadrito, que ya esta pintado).
Me di vuelta y me quedó de frente, muy (tal vez demasiado) cerca de la boca. Yo creo que empecé a temblar, como cuando te castañean los dientes del frío.
Nunca nos besamos. Estuvimos cerca, pero nunca nos besamos. Muy de telenovela lo nuestro. Pero no fue por crear clima, sino que no se dio o el momento no era el apropiado. En fin. Yo admito que estaba nerviosa. Quería mucho besarlo, pero tenía mucho miedo del después del beso y del beso en sí… de que me gustara, o de que no… Uff, así estaba!
No sé si fue mi imaginación o si algún Cupido amigo colaboró con la escena, pero yo lo escuché a Willy Rodríguez entonando: “Tener tus ojos debe ser ilegal / y más si cuando miras sólo inspiras a pecar”. Las luces se atenuaron (o al menos para mi, ya que Mariano me sacó suavemente los anteojos) y los dos cantamos cada estrofa con nuestras miradas, acariciándonos con el deseo y sin el tacto… “Mientras tu boca violenta revienta / dentro de mi boca como un rayo una tormenta”, fue casi una incitación al contacto tan esperado, tan ansiado.
Fue un beso largo y rico. Su aliento sabía a fernet bien frío y a florcitas cannabienses. Exhalamos un suspiro al unísono y nos dio gracia. Nos mordimos los labios al mismo tiempo y no pudimos más que volver a besarnos.
No sé cómo llegamos a mi casa, sólo sé que seguíamos pegados como dos perros en celo. Recuerdo que Chave nos observaba absorta desde un rincón, mientras nos revolcábamos por la alfombra (esto porque nos habíamos caído del sillón).
Reconozco que estábamos un tantito ardidos los dos (y también relajados por algunos alicientes)…
Y de pronto, Mariano me agarró la cara entre sus manos, alejándome un poco de su propio rostro, me dedicó un atisbo completo y me tiró: “Tranquila, tengo todo el tiempo del mundo para hacerte el amor”…
“Travieso y atorrante jugando al amor / ha vuelto el matador / ha vuelto el matador”… Perdón, se filtra mi tendencia a musicalizarlo todo!
A pesar de lo cursi (e íntimamente bonito) que eso me sonó, se sintió de ese modo, no curtimos… we made love :)
No hubo situación incómoda post coito, lo cual fue raro para haber sido la primera vez que estábamos sexualmente juntos.
Nos pusimos a charlar de cualquier cosa, que llevó a cualquier otra y así hasta que en un momento como que nos acordamos qué nos había llevado a estar ahí, los dos en pelotas en mi cama, y que se venga la segunda!
Nos dormimos extenuados y nos levantamos algo extraños.
A partir de ese momento, comenzaron a sucederse episodios de diversos tipos y mi relación con Mariano de a ratos se convertía en lo más clandestino que transité, en un abrir y cerrar de ojos era lo más pasional y liberador que me había pasado nunca, en un click parecía que sucedía solamente en mi mente y de pronto era lo único que existía.
Así de complejo él. Así de enmarañada yo.
Me decía a mi misma una y otra vez: “Cómo se te pudo ocurrir. Este tipo es… agggg. Cerrado, dominante, egoísta.” Blablabla… listas innumerables de defectos le encontraba… Pero aún así no podía negar que me gustara… muchito!
Por los caminos que tuve que andar un tiempo después, Mariano y yo ya no nos cruzábamos a diario.
Igual nos seguimos viendo, intermitentemente. Buscando excusas, a veces. Otras veces, de casualidad o causalidad, quién sabe.
En todas las oportunidades, yo arrancaba repitiéndome lo mismo: “Pase lo que pase, no te vas con él”.
En todas las oportunidades, dormíamos juntos.
Pero cometí un grave error: me enamoré. Y para colmo de males, se me ocurrió que era buena idea confesárselo.
Me había olvidado con quien trataba… “Soy así, un traficante de ilusiones diferentes / Sé que soy distinto a todos, pero igual a mucha gente / Soy así… si me amaron nunca quise, y si quise no lo sé”…
Cacho Castaña y el reputísimo pelotudo que te filosofeó!

martes, 10 de mayo de 2011

FOREVER JUAN

Como ya se pudo vislumbrar en comentarios anteriores, Juan siguió paseando su bipolaridad por mi vida.
Y yo fui y vine por sus enrosques todo lo que los míos propios me lo permitieron.
Juan me puede. Me mira y me puede.
Sus ojos me penetran en profundidad, siento que ve mis propios pensamientos volando sobre mi cabeza… y eso me pone nerviosa, me hace sentir expuesta.
Su mirada habla, pero no dice nada concreto, sólo siembra misterio, dudas y desconcierto.
Sus palabras no colaboran a la hora de aclarar, sino más bien que son expertas en el arte del oscurecimiento.
Juan no quiere que lo quiera, es evidente… y yo no puedo dejar de quererlo, a pesar de negarme a hacerlo.
Me gusta su ser solitario, malhumorado y desconcertante. Pero, a su vez, no me gusta nada que me haga sufrir como consecuencia de todo eso mismo.
Cuando creo que estoy a punto de empezar a odiarlo, basta una fugaz sonrisa para que me gane de nuevo.
Juan quiere un poquito que yo lo quiera, pero no le sale admitirlo, reconocerlo… Yo quiero que Juan me quiera, pero no todo el tiempo…
¿Será que nos parecemos y por eso nos reconocemos en el otro y por eso morimos de miedo?
Después del showcito montado para mi cumpleaños, Juan tuvo una temporada de derroche de cariño… Tardes de mates y besos y abrazos, noches largas de música y sexo, mañanas ornamentadas de bellas palabras y risas…
En pleno idilio, mis días se tornaron caóticos, por cuestiones ajenas a él, y mi humanidad se revolucionó completamente… ¿Qué hizo Juan al respecto? Panicoseó mal...
Se generaron discusiones que no llegaban a ningún puerto, que yo no tenía ganas de estar teniendo y, práctica como soy, corté por lo sano y “chau, mi querido, si te he visto no me acuerdo”.
Quise llorar con fuerzas, pero mis energías estaban agotadas por circunstancias que el destino me arrojaba a la cara.
Cuando menos lo esperaba, Juan volvió.
Arrebatado, como de costumbre, desprolijo en sus formas… pero volvió.
Y un pedacito de mi alma se iluminó de nuevo.
Fue corto el tiempo de la distancia, pero los dos estábamos distintos, al menos respecto a nosotros y lo que fuera que fuéramos.
Mantuvimos una cierta lejanía prudencial y decidimos no rotular lo que nos estaba pasando.
Yo no andaba del todo sola por esos días y los buitres a mi alrededor no le hicieron ninguna gracia.
Se mando moco para compensar su machez cabría y dolió fuerte y fue difícil amortiguar el golpe.
Otra vez el azar me obligó a girar sobre mi eje y mis pasos caminaron sin rumbo, lejos de él, lejos de todo…
Miré las pocas fotos que tenía de él tantas veces que creí ojearlo desde mi destierro, pero no quise saber más nada de su persona.
“Mejor así”, pensaba.
Sé que intentó buscarme, pero soy demasiado buena a la hora de jugar a las escondidas y no dio conmigo de ninguna forma.
A veces aún lo sueño, pero prefiero resguardarlo en mis fantasías que sufrirlo en mis realidades.
“No encuentro ningún modo de acomodarte a mi / y no encuentro ningún modo de acomodarme a ti”, dice una canción de Calle 13 que justo suena mientras escribo estas líneas… ¿será así?

PD: El destino, el azar, la vida, aquel, aquella o quien sea que maneja los hilos en todo esto me demostró en estos días que yo no corto ni pincho… Cuando ya lo había enterrado, cuando menos me lo esperaba, y en el lugar menos pensado… Juan resurgió.
Esto fue muy reciente e inesperado, todavía lo tipeo y me río a carcajadas. Me agarró desprevenida, fue todo de sopetón y aún está en proceso dentro de mi loca capochita, así que ya me extenderé, cuando salgan las entradas actualizadas y las cosas entre nosotros dos vayan surgiendo.

viernes, 22 de abril de 2011

AU REVOIR PRINCIPE ENCANTADOR

“Tiempo al tiempo / tengo que esperar / es la idea y suele condenar / tu mirada vuelve a penetrar / mis pupilas lejanas / a ver si todo acaba aquí”, reza una de las canciones de Los Pericos que más me gusta…
Y, además, podría ser el epitafio para mi historia con Agustín.
Una mañana decidí desecharlo, extirparlo de mi vida como a un vicio malo.
Me quise hacer la normalita del barrio y proyecté mis energías en Juan y sus ganas de estar y ser.
Taché de la lista a los dos abejorros que revoloteaban constantemente, llamándome a la tentación.
Agustín pareció darse por esquivado rápidamente y no mostró problemas de adaptación.
Volvió a sus saludos estilo institucional y a convertirse en ese chico formalito que nunca entendí por qué me gustaba.
Hasta que me acordé… qué lindo que es el hijo de puta!
Y cagué!
Eso fue la obsesión misma… no podía ser tan lindo. No podía ser tan lindo y haberme besado. Haberme besado porque estaba confundido. Confundido como que le pasaban cosas conmigo.
Cada vez que nuestras miradas se cruzaban, todo ese parrafito se repetía en mi loca cabeza.
Mariano, mientras tanto, se graduaba con honores de cachivache oficial y hacía origami con mis expectativas.
Y Juan… Juan se perdía y me perdía, y nos volvíamos a encontrar, para dejarnos ir y así hasta el cansancio.
Agustín volvía a ser lo más parecido a ese hombre ideal que yo, valga la redundancia, idealizaba.
Un tipo deportista, trabajador, sano, dulce, simple…
Que tenía una novia, pero, bueno, eso estaba siendo un detalle… Un detalle que no me estaba importando en lo más mínimo.
Si Agustín se confundía conmigo, yo iba a sacar ventaja, por primera vez, de la confusión de un hombre, y no a ser víctima de ella.
Una compañera cumplió años e hizo una mega fiesta, en un lugar topísimo, que quedaba allá lejos en Zona Norte. Cuestión que nos organizamos para ir de a grupos en los diferentes autos.
El destino me hizo un guiño y me tocó viajar en el carro del papurri. Iba sentada detrás del asiento del acompañante y clavé mis ojitos color miel en el espejo retrovisor, a la caza de una de sus miradas.
Hubo más de una y fueron sostenidas y notorias.
Me lo quería comer crudo, así, salpimentado un poquito nomás!
En la fiesta me dediqué al arte de cortejar, me mostré bailando sensual, me manejé de manera sugerente.
Cuando Mariano no irrumpía y reventaba mi burbuja de fantasía, toda la sensación de estar a momentos de chaparme a Agustín invadía mi cuerpo.
Por suerte, Mariano no puede dejar de ser él, y se emborrachó mucho antes de que yo pierda la paciencia, y se perdió entre chamuyos y polleras.
Agustín estaba solo, apoyado contra un árbol. Me acerqué a darle conversación.
Después de un rato de hablar pavadas, me tiró: “¿Nos vamos de acá?” Y nos fuimos. Sin despedirnos, sin dar excusas, sin pensarlo. Nos fuimos.
Nos subimos al auto empujados por una adrenalina especial y así manejó durante un tramo.
De repente frenó a un costado, sobre la banquina, y se me quedó mirando, agitado, nervioso, excitado.
“Uh, no me dejes morir así / uh, no me dejes caer en la trampa”, sonaba en mi mentecilla.
Nos arrebatamos los besos y las caricias, parecíamos dos adolescentes febriles y desesperados.
Y ahí, en medio de esa vorágine de pasión, el desubicado de Bahiano me coreó: “Déjame salir de este encierro / No soy tu hombre ni tu verdad”… Uh, todo mal!
Odio cuando mi conciencia se pone en concienzuda.
¿Quería estar con Agustín de verdad? ¿Así? ¿Dándole masita arriba de un coche? Todo desprolijo y apurado, llenos de pura calentura nomás?…
Y fue… cuando se me separa la cabeza del cuerpo, no puedo volver a unirlos por más esfuerzo que haga.
Se me llenó el esternón de incógnitas y no pude con más nada.
Devolví mi culo a mi asiento y acomodé mi ropa con un dejo de TOC importante. No levanté la vista ni un instante, no podía mirar a Agustín y menos pensar en qué decirle.
Una histérica, eso soy, una loca de mierda que no sabe lo que quiere, pero lo quiere ya, por las dudas que se acabe la promoción de eso que no le interesa ni le sirve. Patética.
Agustín es hermoso y reúne todas las características que cualquier mina con dos dedos de frente categorizaría a EL hombre… Pero a mi en la frente me entran tres dedos y eso debe ser lo que me genera desconcierto.
¿Ni siquiera para sacarme las ganas? ¿Estoy segura? ¿Estoy bien yo?
No, que novedad… Bien no estoy…
No puedo estarlo si no puedo dejar de pensar en Mariano y en Juan. ¿Por qué?
Si tengo al “Prince charming” enfrente cómo puedo estar pensando en ese par de “Shrek´s”.
Nací para el pantano y el lodo más que para el palacio y la corona, me parece.
Mientras yo seguía sumida en mi propio bloque de “Carburando”, Agustín se mantenía silencioso y cabizbajo.
“Perdoname, Agus”, mis labios se estaban moviendo. “De golpe no me pareció una tan buena idea”. ¿¿?? Las palabras surfeaban en mi garganta y tenían vida propia.
Agustín apoyó sus manos sobre las mías, las apretujó un poquito y me sonrío. Después dijo: “Perdoname vos a mi, Manuela. Yo no soy así. No quería… Así… Que vos…”. Se pone tartamudo cuando está nervioso. Es como un nene tímido. Me ma-ta!!
Carraspeó un poco y siguió, esta vez, con mayor seguridad: “Vos me gustas mucho. Demasiado. Eso ya lo sabías. Yo estoy de novio. Eso también lo sabías. Yo estoy bien con ella, somos parecidos, tenemos una relación normal, tranquila. Vos sos… como un remolino (un espiral, pensaba yo, una enrroscada, bah), me descontrolas del todo. Y eso me gusta mucho. Pero también me asusta. No soy de tomar riesgos; prefiero ir tranquilo por ahí, con mis cositas en su orden. Debes pensar que soy un idiota (juro que no, lo escuchaba y pensaba: es un bombón… // Meneé la cabeza para que siguiera con su relato). Yo no sirvo para estas cosas, para cagar a mi novia… No sé si es culpa, pánico… Pero no me siento bien haciéndolo. (Claro, ahora entiendo lo de idiota, de golpe se me vinieron todos mis amigos varones al lado, observándolo recelosos, como si el pobre muchacho estuviese insultando a toda su raza, escudriñándolo como a bicho raro. Otro hombre, al menos de los hombres que yo conozco, le hubiese apropiguado un: Idiota!). Pensé en esto muchas veces. En cortar con Juli (nonono, no me digas el nombre, no quería saberlo!) y arrancar algo con vos. Porque me gustas en serio, pero no me animo. No puedo. No confío…”
Me sentí flotar arriba de la escena, como dicen que sucede cuando uno se está por morir. Y algo de eso había…
Me quería morir muerta!!!! Ese speech es mío, flaco! Yo soy la que no confía. Yo soy re de fiar. ¿Esa imagen proyecto? Es oficial: soy un pibe!
Y me dí cuenta. No me estaba quedando otra, claro. Tampoco es como que vino la vida y me dijo: che, nenita, acá te dejo un par de opciones, analizalas y me avisas.
Esto no iba a ser, no iba a suceder.
Agustín es un tipo sano, dulce y simple.
Pero a mi me gustan medios enfermitos, ácidos y complejos.
Agustín es un bombón. Pero a mi el chocolate me cae un poco pesado.
Todas certezas.
Su confusión me aclaró a mi las dudas. Supe sacarle ventaja, finalmente.
Lo corté suavemente con un gesto y esto salió sin filtro: “Hagamos una cosa. Dejemos todo así. Vos también me gustas, pero no sé si tanto como para tener la responsabilidad que me estás planteando. Quedate tranquilo y estable en tu relación, me parece lo mejor. (hice una pausa) ¿Me llevarías a mi casa, por favor?”.
Respondió que sí y arrancó. No hablamos en lo que duró el viaje. Mi modo no fue irónico, ni soné enojada con la situación. Todo transcurrió con una serenidad absoluta. Estaba siendo sincera, muy sincera. Y se ve que se notaba.
Cuando llegamos a mi portal, llegó el momento de la despedida… y derrapé mal… ultra cachi: “Bueno, nos vemos… Igual sigo pensando que sos muy lindo, ¿te puedo dar un último beso?”. Lo besé y me bajé.
Nononono, me extralimité con la duda genérica.
Es más que oficial: “Hola, mucho gusto. Mi nombre es David”.

PD: Por circunstancias que mi ruta me planteo, esta fue una de las últimas veces que nos vimos con Agustín. Así que, en el fondo, no me arrepiento nada de mi cachivachez de ese momento.

miércoles, 6 de abril de 2011

CASI 30

Como bien dije apenas volví, dejé de escribir en el blog cerca de mi cumpleaños. Mi cumpleaños número 30. Una cifra relevante! Cuando era chica me imaginaba que a esta edad ya tendría la vida resuelta. Cuando era chica me imaginaba muchas cosas… Cuando era chica me imaginaba bastantes boludeces… Tal vez casada y con algún hijo… (Te lo debo!) Quizás convertida en una profesional abocada de lleno a su carrera… (Mmmm, hay más opciones?) Puede que, quién sabe, fuera una gran trotamundos… (Las ganas!) Todo esto se proyectaba en mi cabecita con una voz en off relatando cual avance cinematográfico. Sólo me queda eso, la esencia de “promo”, pero con otro texto: “Manuela está a punto de cumplir 30 años. A pesar de su búsqueda exhaustiva no ha encontrado el verdadero amor (si es que este existe, claro, porque puede que sea como Papá Noel y los Reyes Magos). Su subsistencia laboral es un laberinto del que quiere huir, pero no sabe cómo. Las opciones que la vida le baraja no son muy agraciadas. La crisis del festejo de su trigésimo aniversario se avecina… Llena de preguntas desubicadas de parte de la parentela, que piensan que ella es un producto con fecha de caducidad; de amistades todas realizadas, con familias formaditas y novios que besan y abrazan en público, y hasta con trabajos que disfrutan… Manuela está a punto de cumplir 30 años… y sólo quiere gritar” Así estaba la cosa, iba yo con mi bipolaridad: que no hago nada, que vengan a saludarme los que quieran, mejor hago fiesta a todo trapo y ya! Finalmente, decidí separar las aguas y hacer doblete: como era viernes; a la tarde, familia; a la noite, amigos. Todo muy tranqui, igual. Comencé mi día naturalmente: desayuné con Chavela a mis pies, mientras leía los primeros mails cumpleañeros que iban llegando y pispeaba en el muro del Facebook algunos saluditos. Como cada año, recibí flores de parte de mi tío abuelo, que nunca entendí si es el último romántico del mundo o no tiene idea qué otra cosa se le puede regalar a una mujer (tiene el mismo gesto con cada hembra de la familia, casi autómata, por eso la incertidumbre… ah, y es un señor soltero de la existencia misma, más sospechoso todavía). Contesté los primeros llamados de la mañana: mi abuela o mi mamá, disputándose la delantera… Son tan competitivas que yo creo que se quedan esperando al lado del teléfono desde la madrugada, y alguna de las dos posiblemente termine despertándome. Me había pedido el día en el trabajo (por muchas cuestiones que ya leerán cuando hable del tema laboral), alrededor de las 16 iba a empezar a desfilar el linaje Leis-Lema (al cual tenía pensado invitar a retirarse cerca de las 20, como tope), duchita, cambio de look y tipo 22.30 caería la muchachada. Las compras pertinentes estaban hechas, la casa acomodada; por ende, mi mañana carecía de planes, estaba entregada absolutamente al fluir del ocio. De repente, suceso inesperado, un giro en la trama… Suena el portero eléctrico. Nunca atiendo cuando no espero a nadie, pero considerando lo “especial” del día, contesté (no me acuerdo qué pensé exactamente cuando caminaba hasta el tubo, supongo que podría ser que se trataba de algún tipo de entrega). El reloj marcaba las 10. VOZ DESCONOCIDA AL OTRO LADO DEL PORTERO: “¿Señorita Manuela Leis? Del correo. Me tiene que firmar.” La puta madre, pensé. Seguro es carta del banco, que me atrasé en el pago de la cuota de la tarjeta, y los muy inoportunos me la mandan justo hoy; mascullaba mientras bajaba en pijama en el ascensor. Ya me parecía, demasiado lindo venía el festejito…No, no podía parar. Mal humor en modo ON! Avanzando por el pasillo veo la puerta de calle (que es transparente, claro… cómo la puerta de mi casa me va a dar las oportunidades que no me da la vida, que en este caso era: esconderme!)… Al otro lado de la puerta estaba Juan… Juan y algunos de sus amigos… Algunos de sus amigos con sus instrumentos musicales… Con sus respectivos elementos de percusión, bajos, hasta un teclado… Y Juan, con su guitarrita y una sonrisa enorme… ¿Qué está pasando? ¿Por qué? Se me llenaron los ojos de lágrimas, de la misma manera inexplicable que lo hacen cuando hago extremas payasadas adrede con mi hermano menor… (Nunca supe cuál era la procedencia de ese líquido, imaginaba que era la vergüenza escurriéndose por mis mejillas.) Ya no podía retroceder, demasiado tarde (la puerta transparente, se acuerdan?!). No estaba sabiendo si el temblor en las piernas era porque “hola, estoy en pijama” – y no en un baby doll de Victoria Secret, o con el último modelito bonito de Caro Cuore; mi pijama es un pantalón colorado con los 101 Dálmatas corriendo entre las piernas y una remera negra y descocida con la cara del Che Guevara - (plus el rostro de recién levantada, despeinadísima y el saco más viejo del universo puesto como condecorando el atuendo)… o… porque nada me da más pudor que las escenas de este estilo… ¿Qué le pasa a este pibe? ¿Qué hace? Antes de rozar el picaporte, me declaro: “Está ebrio o drogado. Nono, ebrio y drogado. Muy drogado. Con drogas pesadas. Es más, yo también estoy drogada. Esto es un mal viaje de ácido”. Pero no… estaba pasando. Y apenas abrí, Juan cantó. “Picture yourself in a boat on a river / with tangerine trees and marmalade skies...” Juan entonaba con ternura las estrofas de “Lucy in the sky with diamonds”, una canción con historia para mi; con historia que un día le conté y él retuvo – evidentemente – y acá está… Montando este show, me decía mi yo insensible. Concentrate, Manuela, es un hermoso gesto… Bancatela. Y el encargado que asoma entre las macetas de la entrada, codo a codo con la chusma del 5to B… Ay, dios, van a tener material para rato, que insoportables, ya me los veo venir: “Quién era el muchachito ese del otro día? No le avisó que no se pueden hacer ruidos molestos? Mire como me dejaron la vereda”… Chacales! Y Juan no paraba de mirarme, nervioso y contento. Y me rendí, me dije: “¿Y qué? Sí, este chiquito que esta haciendo el ridículo me gusta. Me encanta, de hecho. Y me encanta que esté haciendo este papeloncito para mi. Y yo le voy a dedicar una mueca a la sensiblería… ¿por qué no?”. Y ahí mismito, una gotita salada rodó desde la miopía de mi ojo izquierdo hasta la comisura de mi boca. Un poco de dulzura no me puede hacer mal, no? Es mi cumpleaños. Mi cumpleaños número 30. Claro, estoy mayor, por eso lloro por cualquier cosa! La canción llegó a su fin y fue aplaudida por los transeúntes y por mi. Los músicos agradecieron y se retiraron (lo tenían todo muy sincronizado, se ve que se tomó su tiempo para idearlo… Manuela, podes dejar de pensar y focalizarte en Juan, plis!). Juan se puso colorado cuando lo abracé y le dije un suave “gracias” al oído. Es tan, tan… cuando se pone así. Lástima que le dura lo que un pedo en una mano, obvio. Yo Macho no poder querer! Y acaba de darte la serenata, pero, claro, la complicada soy yo. En fin (ese enrosque irá en su capítulo respectivo), la cosa es que Juan subió y yo seguí agradeciéndole el obsequio y su incomodidad crecía y ponía distancia y yo me preguntaba “¿qué pretende usted de mi?”… Me hace la trilladita de la comedia romántica y me remata con el reo incomprendido. Ufff… me cansoooo… No sabes como me aburroooooooo… Perdón, se me zafó el enrosque de su cadena. Vuelvo: la situación no desbarrancó porque sonaba el teléfono a cada rato, Chave dispersaba la niebla con sus morisquetas, y porque el desayuno que me regalaron mis sobrinos (léase, mi hermano y mi cuñada, seguro mi cuñada) estaba espectacular y saborearlo juntos nos alejaba de las ofuscaciones. Cuando le volvieron las ganas de hablar del tema, me interrogó sobre si me había gustado, cuánto, si me había sorprendido, si sorprendido bien o mal, que si había sonado bien, que habrán pensado el encargado y la chusma del 5to B… Un charleta el loco! Yo sólo mencioné: “¿Cómo se te ocurrió? ¿Por qué?” (juro que mi tono era divino, no violento) El señor lengua se fue a dormir, dejó al mudito a cargo, que se encogió de hombros y me tiró un hueco: “No sé, qué se yo”. Digan que me hizo acordar a un sketch de los Les Luthiers y me hizo reír, porque sino… era para matarlo! Le di un beso y me metí a bañar. Se ve que se le despertó el amor de nuevo (o el indio, me parece) y se autoinvitó a ducharse conmigo. Dijo que quiso venir a esta hora porque sabía que no tenía nada programado, y así me tenía toda para él (por qué me miente, qué necesidad, si ya está cantadísimo que vamos a tener sexo igual, no hace falta que me dore la píldora)… Además, por supuesto, ya habiendo cumplido con la visita del birthday, no pasa a la noche ni a la tarde y no se cruza con ningún otro ser, qué oportuno… así yo podré decir: “sisi, estoy con alguien”, pero nadie podrá comprobarlo y, por ende, mi abuela y mi madre siquiera me creerán. (Seguro que si les muestro la foto que tenemos juntos me dicen que está trucada) Después de la dosis de cariño, Juan se despidió adelantándose a cualquier propuesta con un: “Nos vemos mañana, dale? Que disfrutes de tu día.” Qué queres que te diga?! Y dale… Vos decime como te gusta que baile, que yo hago la coreo… Ayyy… Fucking men! Mi almuerzo se iluminó con la presencia de mi amiga Loli y mi hermano menor, que son una especie de dúo dinámico a lo Abott y Costello… me arrancan carcajadas de un sopetón, cosa que adoro. Se burlaron del evento matutino con todas sus fuerzas, intentando visualizarme a mi, a mi… en esa situación… Y sí, fue difícil… También me cuesta verlo… La merienda familiar estuvo serena. Me hicieron bellos regalos y recibí muchos halagos. Aparentemente, la gente que me quiere mucho me ve mejor (¿eso significa que existió un peor, o un mal, o un terrible?), más contenta (mierda, tan triste andaba que se me notaba?) y más flaca (ok, ok… ya entendí… estaba para atrás y todos se lo callaban, buenísimo!). “Debe ser el amor”, deslizó mi hermano mayor, siempre dispuesto a agitar el avispero, y mi abuela abanderó un himno de risotadas. Esto en serio, si ellos, mis más cercanos, no me tienen fe… Digo… Menos mal que sigo yendo a terapia! De nada serviría contar mi rutina telenovelesca de esa mañana. Es demasiado inverosímil, da muy ficción para mi perfil. De cualquier forma, pensaba, no?... Qué raro yo pensando… ¿Yo quiero que Juan conozca a esta gente? Me bastó un veloz paneo con rayos x incluido. Naaaaaaaa, mejor no. Llegó la rica torta de mamá, el feliz feliz distorsionado de mis primos y hermanos, y el grito, perforándome el tímpano, de mi abuela: “Los 3 deseos, no te olvides de pedir los 3 deseos, pensalos bien”. Cuando era una nena, me acuerdo que pedía cosas concretas y, tal vez, superficiales, como recibir tal juguete, o que me lleven de paseo a algún lado… Tuve una época de mi adolescencia donde cambié por cosas más abstractas y profundas, como enamorarme, ser feliz… También tuve una temporada de no desear nada… Hasta que descubrí que sin importar lo que pidiera, todos los deseos tenían algo en común: jamás se cumplían. Ahí fue cuando empecé a pedir tonterías y ridiculeces, sólo por el hecho de divertirme, o exageraciones al estilo Miss Universo y su “paz mundial”. 1… No se me ocurre qué pedir… Qué anhelo de verdad? Con tantas personas alrededor, presionándome para que sople la bendita vela, no puedo… Lo dejo en blanco… 2… Mmmm, ay, pará abuela, ya te escuché, en eso estoy, pensando… Algo sobre Juan? Nono, no voy a desperdiciar mis deseos de cumpleaños en otro… Ya pasó mucho tiempo? O me parece a mi? 3… Ufa, ufa… No quiero caer en encontrar el camino o encontrarme a mi misma… Uyuyuy… Bue, ma´si… deseo la paz mundial! Y a tomar por culo! Resoplido intenso, apagón completo… y otro año de esperanzas desperdiciadas. Retirada masiva, a dios gracias. Descontracturé un poco. Acicaladita rápida para mi y el depto, con ayuda de Lolita, que hizo jornada completa en casa. La gente va llegando al baile… Como los primeros son mis amigos más íntimos, renace la anécdota de Juan y los musiqueiros. Más allá del gaste generalizado, me “sesionaron” bastante y el análisis dio positivo. (Porsupu, no indagué en la parte fóbica subsiguiente para que no me “sermonearan”). Vinieron amigos del trabajo, de la vida y… Mariano. Mariano (que también tendrá su post particular) que vino en “amigo”, pero a medida que avanza la noche va teniendo inconvenientes con los límites y el sentido de esa palabra. Se mantuvo dentro de su territorio, de su grupo, lo que hizo que sólo interactuáramos cuando yo me dirigía hacia donde estaban ellos. Cada oportunidad de cercanía le bastaba para ir moviendo sus fichitas… Un mimito por acá, con disimulo; una miradita sostenida más de la cuenta; una sonrisita buscona… Los hombres tendrían que venir con prospecto como los remedios, con la parte de contraindicaciones bien remarcada. A medida que el ambiente iba quedando más desprovisto de ánimas, Mariano se iba acercando más. Una palabrita respirada en la nuca; un besito a segundos de ser beso… Danger, danger! Finalmente, la fiesta terminó. Todos se van. Mariano se va… no si antes darme un abrazo muy largo, después mirarme fijo unos instantes, morderse el labio, menear la cabeza y decirme: “Espero que hayas pasado un feliz cumpleaños”… Me dejó meditando sobre eso… ¿lo fue? ¿Fue un feliz cumpleaños? ¿Que festejé realmente con este año más? Uh, se viene insomnio de preguntas existencialistas… quisiera alguna vez dar con alguna respuesta! Y ahí se va mi verdadero deseo de cumpleaños… Fffff (eso se supone que es un soplido desinflado).

jueves, 31 de marzo de 2011

IL RITORNO

Obviamente, no me alcanzarían ni el tiempo ni los dedos para contar absolutamente todo lo atravesado en estos siete meses (parí mi propio bebé prematuro), pero en mis siguientes posts me iré deteniendo en las cosas más relevantes (bueno, para que mentirles de entrada, puede que me desvíe por alguna tangente de poca monta, ya me conocen). Voy a arrancar por lo último que escribí (ya que por algún lado hay que empezar): sigo leyendo esos blogs acompañadores, pero por suerte mis insomnios hace rato me abandonaron… Claro, no fueron los únicos… Padecí otros tipos de abandono que ya irán asomando entre líneas. A mis tres mosqueteros del corazón, les dedicaré un capítulo individual per capita, intentando resumir en algunos párrafos todos los vericuetos de las respectivas historias. La misma suerte correrá mi vida laboral, y tal vez, algunos momentos en particular… Todo, todo… coming soon!

martes, 29 de marzo de 2011

lunes, 28 de marzo de 2011

NO TE DES POR VENCIDO NI AUN VENCIDO

Decía Almafuerte en su bello poema. No fui a la guerra, precisamente… Pero tuve que dar batalla. Mejor dicho, darME batalla… a mi misma, una vez más, como siempre, incansablemente… Y fui y vine, subí y bajé, trotamundié sobre y dentro de todo mi ser… Y volví… pensé que no iba a hacerlo. No tenía fe en mi, supongo (una vez más, como siempre, incansablemente, blablabla)… Postergación se instaló el año pasado en casa, cerca de la fecha de mi cumpleaños. No es que cayó de sopetón, sino que vino primero una tarde a tomar el té, después otro día pasó a cenar, otro se quedó a dormir… y así, hasta que me dejó el cepillo de dientes en el baño y cagué! Culpa estuvo más recatada. Caía cada quince días, hacía una visita tipo médico, me comía el coco un buen rato y pufate… desaparecía! Pero, me parece que conseguí pasar de ella… O al menos, eso le hice creer. Postergación, por su parte, seguía persistentemente firme al pie del cañón. Si alguna noche insomne mi cabeza rondaba la idea de levantarme y volver a escribir, ella se aparecía del rincón más oscuro y con toda su pereza me abrazaba, atrayéndome hacia la cama. Mala ella. Y tonta yo. Mis tiempos se complicaron (por razones que explicaré en alguna próxima entrada). Mi vida, en sí, se complicó un poco… algo… bastante. Hubo momentos en que no pude compartir eso con el exterior, y otros donde no quise (bicho bola, obvio!). Pero, hoy siento que vencí un poco a los demonios para bailar un rato con los ángeles, y estuve ciega para ver con mayor claridad, y me cerré… para abrirme más. Esta mañana me levanté a pie juntillas para no despertar a Postergación, le tiré un beso desde el umbral de la puerta y me puse a escribir. Cada tanto sentía que me chistaba, para captar mi atención. La muy zorra me susurraba: “Ya pasó tanto tiempo. Dejalo así. De acá a que te pongas al día.” Yo cantaba bien alto, como hago siempre que tengo miedo (es mi forma mejor de rezar). Cantaba y escribía. Cantaba: “Habrá que encontrar un lugar para esconderse / o habrá que entrometerse un poco más / Habrá que desempolvar el disfraz de valiente / y salir a tropezar…” Y escribía esto: “MEME IS BACK… UNA VEZ MAS”.