martes, 10 de mayo de 2011

FOREVER JUAN

Como ya se pudo vislumbrar en comentarios anteriores, Juan siguió paseando su bipolaridad por mi vida.
Y yo fui y vine por sus enrosques todo lo que los míos propios me lo permitieron.
Juan me puede. Me mira y me puede.
Sus ojos me penetran en profundidad, siento que ve mis propios pensamientos volando sobre mi cabeza… y eso me pone nerviosa, me hace sentir expuesta.
Su mirada habla, pero no dice nada concreto, sólo siembra misterio, dudas y desconcierto.
Sus palabras no colaboran a la hora de aclarar, sino más bien que son expertas en el arte del oscurecimiento.
Juan no quiere que lo quiera, es evidente… y yo no puedo dejar de quererlo, a pesar de negarme a hacerlo.
Me gusta su ser solitario, malhumorado y desconcertante. Pero, a su vez, no me gusta nada que me haga sufrir como consecuencia de todo eso mismo.
Cuando creo que estoy a punto de empezar a odiarlo, basta una fugaz sonrisa para que me gane de nuevo.
Juan quiere un poquito que yo lo quiera, pero no le sale admitirlo, reconocerlo… Yo quiero que Juan me quiera, pero no todo el tiempo…
¿Será que nos parecemos y por eso nos reconocemos en el otro y por eso morimos de miedo?
Después del showcito montado para mi cumpleaños, Juan tuvo una temporada de derroche de cariño… Tardes de mates y besos y abrazos, noches largas de música y sexo, mañanas ornamentadas de bellas palabras y risas…
En pleno idilio, mis días se tornaron caóticos, por cuestiones ajenas a él, y mi humanidad se revolucionó completamente… ¿Qué hizo Juan al respecto? Panicoseó mal...
Se generaron discusiones que no llegaban a ningún puerto, que yo no tenía ganas de estar teniendo y, práctica como soy, corté por lo sano y “chau, mi querido, si te he visto no me acuerdo”.
Quise llorar con fuerzas, pero mis energías estaban agotadas por circunstancias que el destino me arrojaba a la cara.
Cuando menos lo esperaba, Juan volvió.
Arrebatado, como de costumbre, desprolijo en sus formas… pero volvió.
Y un pedacito de mi alma se iluminó de nuevo.
Fue corto el tiempo de la distancia, pero los dos estábamos distintos, al menos respecto a nosotros y lo que fuera que fuéramos.
Mantuvimos una cierta lejanía prudencial y decidimos no rotular lo que nos estaba pasando.
Yo no andaba del todo sola por esos días y los buitres a mi alrededor no le hicieron ninguna gracia.
Se mando moco para compensar su machez cabría y dolió fuerte y fue difícil amortiguar el golpe.
Otra vez el azar me obligó a girar sobre mi eje y mis pasos caminaron sin rumbo, lejos de él, lejos de todo…
Miré las pocas fotos que tenía de él tantas veces que creí ojearlo desde mi destierro, pero no quise saber más nada de su persona.
“Mejor así”, pensaba.
Sé que intentó buscarme, pero soy demasiado buena a la hora de jugar a las escondidas y no dio conmigo de ninguna forma.
A veces aún lo sueño, pero prefiero resguardarlo en mis fantasías que sufrirlo en mis realidades.
“No encuentro ningún modo de acomodarte a mi / y no encuentro ningún modo de acomodarme a ti”, dice una canción de Calle 13 que justo suena mientras escribo estas líneas… ¿será así?

PD: El destino, el azar, la vida, aquel, aquella o quien sea que maneja los hilos en todo esto me demostró en estos días que yo no corto ni pincho… Cuando ya lo había enterrado, cuando menos me lo esperaba, y en el lugar menos pensado… Juan resurgió.
Esto fue muy reciente e inesperado, todavía lo tipeo y me río a carcajadas. Me agarró desprevenida, fue todo de sopetón y aún está en proceso dentro de mi loca capochita, así que ya me extenderé, cuando salgan las entradas actualizadas y las cosas entre nosotros dos vayan surgiendo.

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