miércoles, 6 de abril de 2011

CASI 30

Como bien dije apenas volví, dejé de escribir en el blog cerca de mi cumpleaños. Mi cumpleaños número 30. Una cifra relevante! Cuando era chica me imaginaba que a esta edad ya tendría la vida resuelta. Cuando era chica me imaginaba muchas cosas… Cuando era chica me imaginaba bastantes boludeces… Tal vez casada y con algún hijo… (Te lo debo!) Quizás convertida en una profesional abocada de lleno a su carrera… (Mmmm, hay más opciones?) Puede que, quién sabe, fuera una gran trotamundos… (Las ganas!) Todo esto se proyectaba en mi cabecita con una voz en off relatando cual avance cinematográfico. Sólo me queda eso, la esencia de “promo”, pero con otro texto: “Manuela está a punto de cumplir 30 años. A pesar de su búsqueda exhaustiva no ha encontrado el verdadero amor (si es que este existe, claro, porque puede que sea como Papá Noel y los Reyes Magos). Su subsistencia laboral es un laberinto del que quiere huir, pero no sabe cómo. Las opciones que la vida le baraja no son muy agraciadas. La crisis del festejo de su trigésimo aniversario se avecina… Llena de preguntas desubicadas de parte de la parentela, que piensan que ella es un producto con fecha de caducidad; de amistades todas realizadas, con familias formaditas y novios que besan y abrazan en público, y hasta con trabajos que disfrutan… Manuela está a punto de cumplir 30 años… y sólo quiere gritar” Así estaba la cosa, iba yo con mi bipolaridad: que no hago nada, que vengan a saludarme los que quieran, mejor hago fiesta a todo trapo y ya! Finalmente, decidí separar las aguas y hacer doblete: como era viernes; a la tarde, familia; a la noite, amigos. Todo muy tranqui, igual. Comencé mi día naturalmente: desayuné con Chavela a mis pies, mientras leía los primeros mails cumpleañeros que iban llegando y pispeaba en el muro del Facebook algunos saluditos. Como cada año, recibí flores de parte de mi tío abuelo, que nunca entendí si es el último romántico del mundo o no tiene idea qué otra cosa se le puede regalar a una mujer (tiene el mismo gesto con cada hembra de la familia, casi autómata, por eso la incertidumbre… ah, y es un señor soltero de la existencia misma, más sospechoso todavía). Contesté los primeros llamados de la mañana: mi abuela o mi mamá, disputándose la delantera… Son tan competitivas que yo creo que se quedan esperando al lado del teléfono desde la madrugada, y alguna de las dos posiblemente termine despertándome. Me había pedido el día en el trabajo (por muchas cuestiones que ya leerán cuando hable del tema laboral), alrededor de las 16 iba a empezar a desfilar el linaje Leis-Lema (al cual tenía pensado invitar a retirarse cerca de las 20, como tope), duchita, cambio de look y tipo 22.30 caería la muchachada. Las compras pertinentes estaban hechas, la casa acomodada; por ende, mi mañana carecía de planes, estaba entregada absolutamente al fluir del ocio. De repente, suceso inesperado, un giro en la trama… Suena el portero eléctrico. Nunca atiendo cuando no espero a nadie, pero considerando lo “especial” del día, contesté (no me acuerdo qué pensé exactamente cuando caminaba hasta el tubo, supongo que podría ser que se trataba de algún tipo de entrega). El reloj marcaba las 10. VOZ DESCONOCIDA AL OTRO LADO DEL PORTERO: “¿Señorita Manuela Leis? Del correo. Me tiene que firmar.” La puta madre, pensé. Seguro es carta del banco, que me atrasé en el pago de la cuota de la tarjeta, y los muy inoportunos me la mandan justo hoy; mascullaba mientras bajaba en pijama en el ascensor. Ya me parecía, demasiado lindo venía el festejito…No, no podía parar. Mal humor en modo ON! Avanzando por el pasillo veo la puerta de calle (que es transparente, claro… cómo la puerta de mi casa me va a dar las oportunidades que no me da la vida, que en este caso era: esconderme!)… Al otro lado de la puerta estaba Juan… Juan y algunos de sus amigos… Algunos de sus amigos con sus instrumentos musicales… Con sus respectivos elementos de percusión, bajos, hasta un teclado… Y Juan, con su guitarrita y una sonrisa enorme… ¿Qué está pasando? ¿Por qué? Se me llenaron los ojos de lágrimas, de la misma manera inexplicable que lo hacen cuando hago extremas payasadas adrede con mi hermano menor… (Nunca supe cuál era la procedencia de ese líquido, imaginaba que era la vergüenza escurriéndose por mis mejillas.) Ya no podía retroceder, demasiado tarde (la puerta transparente, se acuerdan?!). No estaba sabiendo si el temblor en las piernas era porque “hola, estoy en pijama” – y no en un baby doll de Victoria Secret, o con el último modelito bonito de Caro Cuore; mi pijama es un pantalón colorado con los 101 Dálmatas corriendo entre las piernas y una remera negra y descocida con la cara del Che Guevara - (plus el rostro de recién levantada, despeinadísima y el saco más viejo del universo puesto como condecorando el atuendo)… o… porque nada me da más pudor que las escenas de este estilo… ¿Qué le pasa a este pibe? ¿Qué hace? Antes de rozar el picaporte, me declaro: “Está ebrio o drogado. Nono, ebrio y drogado. Muy drogado. Con drogas pesadas. Es más, yo también estoy drogada. Esto es un mal viaje de ácido”. Pero no… estaba pasando. Y apenas abrí, Juan cantó. “Picture yourself in a boat on a river / with tangerine trees and marmalade skies...” Juan entonaba con ternura las estrofas de “Lucy in the sky with diamonds”, una canción con historia para mi; con historia que un día le conté y él retuvo – evidentemente – y acá está… Montando este show, me decía mi yo insensible. Concentrate, Manuela, es un hermoso gesto… Bancatela. Y el encargado que asoma entre las macetas de la entrada, codo a codo con la chusma del 5to B… Ay, dios, van a tener material para rato, que insoportables, ya me los veo venir: “Quién era el muchachito ese del otro día? No le avisó que no se pueden hacer ruidos molestos? Mire como me dejaron la vereda”… Chacales! Y Juan no paraba de mirarme, nervioso y contento. Y me rendí, me dije: “¿Y qué? Sí, este chiquito que esta haciendo el ridículo me gusta. Me encanta, de hecho. Y me encanta que esté haciendo este papeloncito para mi. Y yo le voy a dedicar una mueca a la sensiblería… ¿por qué no?”. Y ahí mismito, una gotita salada rodó desde la miopía de mi ojo izquierdo hasta la comisura de mi boca. Un poco de dulzura no me puede hacer mal, no? Es mi cumpleaños. Mi cumpleaños número 30. Claro, estoy mayor, por eso lloro por cualquier cosa! La canción llegó a su fin y fue aplaudida por los transeúntes y por mi. Los músicos agradecieron y se retiraron (lo tenían todo muy sincronizado, se ve que se tomó su tiempo para idearlo… Manuela, podes dejar de pensar y focalizarte en Juan, plis!). Juan se puso colorado cuando lo abracé y le dije un suave “gracias” al oído. Es tan, tan… cuando se pone así. Lástima que le dura lo que un pedo en una mano, obvio. Yo Macho no poder querer! Y acaba de darte la serenata, pero, claro, la complicada soy yo. En fin (ese enrosque irá en su capítulo respectivo), la cosa es que Juan subió y yo seguí agradeciéndole el obsequio y su incomodidad crecía y ponía distancia y yo me preguntaba “¿qué pretende usted de mi?”… Me hace la trilladita de la comedia romántica y me remata con el reo incomprendido. Ufff… me cansoooo… No sabes como me aburroooooooo… Perdón, se me zafó el enrosque de su cadena. Vuelvo: la situación no desbarrancó porque sonaba el teléfono a cada rato, Chave dispersaba la niebla con sus morisquetas, y porque el desayuno que me regalaron mis sobrinos (léase, mi hermano y mi cuñada, seguro mi cuñada) estaba espectacular y saborearlo juntos nos alejaba de las ofuscaciones. Cuando le volvieron las ganas de hablar del tema, me interrogó sobre si me había gustado, cuánto, si me había sorprendido, si sorprendido bien o mal, que si había sonado bien, que habrán pensado el encargado y la chusma del 5to B… Un charleta el loco! Yo sólo mencioné: “¿Cómo se te ocurrió? ¿Por qué?” (juro que mi tono era divino, no violento) El señor lengua se fue a dormir, dejó al mudito a cargo, que se encogió de hombros y me tiró un hueco: “No sé, qué se yo”. Digan que me hizo acordar a un sketch de los Les Luthiers y me hizo reír, porque sino… era para matarlo! Le di un beso y me metí a bañar. Se ve que se le despertó el amor de nuevo (o el indio, me parece) y se autoinvitó a ducharse conmigo. Dijo que quiso venir a esta hora porque sabía que no tenía nada programado, y así me tenía toda para él (por qué me miente, qué necesidad, si ya está cantadísimo que vamos a tener sexo igual, no hace falta que me dore la píldora)… Además, por supuesto, ya habiendo cumplido con la visita del birthday, no pasa a la noche ni a la tarde y no se cruza con ningún otro ser, qué oportuno… así yo podré decir: “sisi, estoy con alguien”, pero nadie podrá comprobarlo y, por ende, mi abuela y mi madre siquiera me creerán. (Seguro que si les muestro la foto que tenemos juntos me dicen que está trucada) Después de la dosis de cariño, Juan se despidió adelantándose a cualquier propuesta con un: “Nos vemos mañana, dale? Que disfrutes de tu día.” Qué queres que te diga?! Y dale… Vos decime como te gusta que baile, que yo hago la coreo… Ayyy… Fucking men! Mi almuerzo se iluminó con la presencia de mi amiga Loli y mi hermano menor, que son una especie de dúo dinámico a lo Abott y Costello… me arrancan carcajadas de un sopetón, cosa que adoro. Se burlaron del evento matutino con todas sus fuerzas, intentando visualizarme a mi, a mi… en esa situación… Y sí, fue difícil… También me cuesta verlo… La merienda familiar estuvo serena. Me hicieron bellos regalos y recibí muchos halagos. Aparentemente, la gente que me quiere mucho me ve mejor (¿eso significa que existió un peor, o un mal, o un terrible?), más contenta (mierda, tan triste andaba que se me notaba?) y más flaca (ok, ok… ya entendí… estaba para atrás y todos se lo callaban, buenísimo!). “Debe ser el amor”, deslizó mi hermano mayor, siempre dispuesto a agitar el avispero, y mi abuela abanderó un himno de risotadas. Esto en serio, si ellos, mis más cercanos, no me tienen fe… Digo… Menos mal que sigo yendo a terapia! De nada serviría contar mi rutina telenovelesca de esa mañana. Es demasiado inverosímil, da muy ficción para mi perfil. De cualquier forma, pensaba, no?... Qué raro yo pensando… ¿Yo quiero que Juan conozca a esta gente? Me bastó un veloz paneo con rayos x incluido. Naaaaaaaa, mejor no. Llegó la rica torta de mamá, el feliz feliz distorsionado de mis primos y hermanos, y el grito, perforándome el tímpano, de mi abuela: “Los 3 deseos, no te olvides de pedir los 3 deseos, pensalos bien”. Cuando era una nena, me acuerdo que pedía cosas concretas y, tal vez, superficiales, como recibir tal juguete, o que me lleven de paseo a algún lado… Tuve una época de mi adolescencia donde cambié por cosas más abstractas y profundas, como enamorarme, ser feliz… También tuve una temporada de no desear nada… Hasta que descubrí que sin importar lo que pidiera, todos los deseos tenían algo en común: jamás se cumplían. Ahí fue cuando empecé a pedir tonterías y ridiculeces, sólo por el hecho de divertirme, o exageraciones al estilo Miss Universo y su “paz mundial”. 1… No se me ocurre qué pedir… Qué anhelo de verdad? Con tantas personas alrededor, presionándome para que sople la bendita vela, no puedo… Lo dejo en blanco… 2… Mmmm, ay, pará abuela, ya te escuché, en eso estoy, pensando… Algo sobre Juan? Nono, no voy a desperdiciar mis deseos de cumpleaños en otro… Ya pasó mucho tiempo? O me parece a mi? 3… Ufa, ufa… No quiero caer en encontrar el camino o encontrarme a mi misma… Uyuyuy… Bue, ma´si… deseo la paz mundial! Y a tomar por culo! Resoplido intenso, apagón completo… y otro año de esperanzas desperdiciadas. Retirada masiva, a dios gracias. Descontracturé un poco. Acicaladita rápida para mi y el depto, con ayuda de Lolita, que hizo jornada completa en casa. La gente va llegando al baile… Como los primeros son mis amigos más íntimos, renace la anécdota de Juan y los musiqueiros. Más allá del gaste generalizado, me “sesionaron” bastante y el análisis dio positivo. (Porsupu, no indagué en la parte fóbica subsiguiente para que no me “sermonearan”). Vinieron amigos del trabajo, de la vida y… Mariano. Mariano (que también tendrá su post particular) que vino en “amigo”, pero a medida que avanza la noche va teniendo inconvenientes con los límites y el sentido de esa palabra. Se mantuvo dentro de su territorio, de su grupo, lo que hizo que sólo interactuáramos cuando yo me dirigía hacia donde estaban ellos. Cada oportunidad de cercanía le bastaba para ir moviendo sus fichitas… Un mimito por acá, con disimulo; una miradita sostenida más de la cuenta; una sonrisita buscona… Los hombres tendrían que venir con prospecto como los remedios, con la parte de contraindicaciones bien remarcada. A medida que el ambiente iba quedando más desprovisto de ánimas, Mariano se iba acercando más. Una palabrita respirada en la nuca; un besito a segundos de ser beso… Danger, danger! Finalmente, la fiesta terminó. Todos se van. Mariano se va… no si antes darme un abrazo muy largo, después mirarme fijo unos instantes, morderse el labio, menear la cabeza y decirme: “Espero que hayas pasado un feliz cumpleaños”… Me dejó meditando sobre eso… ¿lo fue? ¿Fue un feliz cumpleaños? ¿Que festejé realmente con este año más? Uh, se viene insomnio de preguntas existencialistas… quisiera alguna vez dar con alguna respuesta! Y ahí se va mi verdadero deseo de cumpleaños… Fffff (eso se supone que es un soplido desinflado).

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