lunes, 15 de agosto de 2011

LA VENIDA

Me llamo Manuela Leis Lema.
Bautizada así por la buena fortuna de mi hermana en un juego de azar familiar, donde se disputaron distintas opciones para mencionarme, y por la fascinación de mi madre con Julio Iglesias y su tema homónimo.
De cualquier modo, a lo largo de mi existencia me han apodado de mil formas: Meme, Memita, Manu, Manucha, Manola, Manoca, Lela, Leis, Leis Lema, Lele, Gallega, Porotito, Yanyito con cola, Gitana, Tortona y Tota son algunos de los que recuerdo así de un tirón de una lista que parece inacabable…
Desde mi llegada al Delta, me he ganado un nuevo mote: “La Venida”.
Así nombran por estos lares a los que no son isleños natos, los venidos… y yo soy una nueva integrante de ese exclusivo clan.
Finalmente, conocí de a poco a los lugareños… Había acertado con mi pronóstico y me sentí tan a gusto con sus respectivas locuras!
Hay un par de venidos más, pero casi todos son nacidos en las islas, o entre aguas (como sucede muchas veces porque no se llega a destino; de pensarlo me pongo nerviosa, pero, en mis planes está muy distante eso de parir, así que no me adelanto a panicosear).
Muchos son artesanos; hay quienes tienen cultivos de frutas; otros, abejas; hay un matrimonio de zapateros; algunos artistas bohemios y un fotógrafo retirado.
Nos vamos abriendo las puertas y las andanzas a medida que los días pasan, pero me siento bien compartiendo con ellos; me gusta escuchar sus historias y contemplar sus posturas ante ese mundo que es el mismo para todos, pero cada uno ve de manera distinta…
Voy aprendiendo de ellos a convivir con este nuevo entorno, a enamorarme de él y comprenderlo.
Si bien estamos a aproximadamente una hora y media de distancia del ruido de la ciudad, parece que estuviésemos en otro planeta.
Acá, cada arroyo tiene su leyenda, su gente, sus lugares de pertenencia. Las islas forman pequeños pueblos, donde la gente se aúna, como en otros tiempos, para lograr cosas en común.
Las horas transcurren de manera diferente entre el sonido del agua y el cantar de los pájaros.
Es un lugar que definitivamente está rodeado de soledad, de esa soledad de la que casi todos huyen, por temor, por aburrimiento.
Es un lugar que colabora ampliamente para conocerte, para encontrarte… para hacerlo a tu tiempo, no al de los demás…
No es que esté aislada de la civilización, para nada; cuento con teléfono, luz eléctrica y conexión a Internet, sólo que tengo un montón de verde hermoso alrededor y cielo limpio y el río en el fondo de casa y… ahhh!
Es tradicional de esta zona ponerle nombre a las casas…
Me tomé mi tiempo para pensarlo bien. Grave error, cuando pienso y pienso, no hay quien me pare.
Finalmente, armé con mi collage manía el cartel que ahora engalana mi muelle: “LA BIEN VENIDA”…

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