jueves, 11 de agosto de 2011

NO MAN IS AN ISLAND…

Dice la célebre frase... y yo me fui a vivir a una!
Coexistir junto al río no se parece a nada a lo que yo haya estado acostumbrada.
Bichito de ciudad desde la cuna, siempre disfruté del aire libre y me sentí más plena rodeada de naturaleza que de cemento, pero mis experiencias en campamentos o vacaciones no tienen punto de comparación con mi nueva rutina.
Tuve que aprender de cero.
Mi primer desafío, pasada la vorágine y la excitación de la vuelta de página en mi vida, fue lidiar con los miedos… Ni más ni menos. Maldita tarea.
El tema con los miedos es que uno no tiene a dónde escaparse, dónde esconderse… y mucho menos cuando sentís que estás en el medio de la nada, rodeada solamente de vos misma!
Agarrate Catalina!
Hay que hacer de tripas corazón y darle pa´delante, poniendo el pecho y tratando de seguir, de avanzar.
Los temores venían en formato guía telefónica o Libro gordo de Petete, como prefieran… Se abalanzaban sobre mi, estrepitosamente…
Me abrumaban tantas preguntas: ¿Qué hago yo acá? ¿Y si no me banco ni dos días? ¿Y si la isla está llena de locos? ¿Y si hay tormenta? ¿Y si se corta la luz? ¿Y si crece el río y se inunda todo? ¿Y si no puedo volver a tierra firme? ¿Y si pierdo los remos en mitad del agua? ¿Si me atacan serpientes y arañas? ¿Si me caigo en mitad de la noche y nadie se entera? ¿Si me enfermo y llueve y no me anda el motorcito de la lancha y me caigo al río y me atacan peces extraños y me muero y nadie se percata?
Uh, era terrible… Un torbellino que terminaba cerca de una película de terror clase Z.
Creí que iba a enloquecer… y aún no habían pasado 24 horas desde mi llegada.
Por suerte, no estaba del todo sola…
Chavela saltaba feliz por el parque, se revolcaba por el césped y se asomaba al borde del agua, hundiendo su hocico para formar burbujas sonoras.
Me arrancó una carcajada y eso me relajó.
Caminé descalza un rato y la vista me abrazó dándome la más cálida de las bienvenidas.
Si me muero, más tarde o más temprano, alguien se va a dar cuenta. Y, la verdad, si me tengo que morir, este es un buen lugar para hacerlo. Además, hay menos probabilidades de que me ahogue en el arroyo que tengo enfrente que de que me la den en un asalto en Capital, ponele, o que me pise un bondi, sino. Acá puede haber tantas bichas alrededor de mi casa como en Buenos Aires había ratas y cucarachas. Y si me quedo incomunicada y a oscuras, me abrazaré a Chave y cantaré con toda la fuerza de mis pulmones, como todas las veces que me atrapó el pánico. Si la isla está poblada por lunáticos, me uno al club y me dejo ser de una vez por todas! Y si no me lo banco ni un día, me vuelvo y veo qué mierda hago!!
Y, claro, me di cuenta de golpe qué hacía yo acá…
Vine a encontrarme conmigo misma, a conocerme…

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