martes, 16 de agosto de 2011

BLACKBIRD FLY

Los mandatos sociales y familiares siempre pesan, es voluntad de cada uno analizarlos, tomar lo que para uno vale y descartar el resto... pero cuesta y no todos tenemos el mismo ímpetu!
A medida que el tiempo pasa, voy resolviendo ciertas cosas que tienen que ver con esto; cada vez más me doy cuenta que yo soy la protagonista de mi propia vida, la hacedora… Me gustaría poder elegir mi destino en la medida de lo que pueda... y sinceramente, quisiera poder terminar trabajando de lo que amo, no sé si en un par de meses o un par de años, pero hacerlo... y si solo me dejo llevar por el sistema y sus reglas... nono... ahora todo se trata de consumir y eso nos lleva a un vértigo del que no quiero ser parte... muy hippie??!!!
Bueno, es como pienso, es como soy y ahora que ya tengo 30 (como si eso significara algo, no? pero sonaba bien en mi discurso) es como quiero mostrarme casi todo el tiempo (y digo “casi” porque siempre hay que dejar un margen para ciertas hipocresías formales).
También estoy casi segura que distintas opiniones se deben estar formando sobre mis decisiones tanto entre mi familia como entre mis amigos.
Valoro lo que puedan pensar pero, francamente, me tiene sin cuidado la mirada de los otros en este momento.
No es un ataque repentino de soberbia (lejos está de serlo), tan sólo es algo que estoy aprendiendo estos días, nada más…
Las mañanas en el río son maravillosas, llenas de luces nuevas, despertares y empezares; las tardes son más inquietas, movedizas, a veces inestables; los atardeceres son un sueño, un pedacito de paraíso para los ojos; y las noches son silenciosas, largas y muchas veces insomnes…
Y yo estaré viviendo en el lugar más apacible del planeta, en una especie de olimpo terrenal, pero mi cabeza sigue siendo mi cabeza… y no puede parar!
Dale que te dale, que qué está bien y qué está mal, que si lo que siento o lo que pienso o lo que puedo o lo que debo…
Necesito callar a las vocecitas en mi cerebro.
Estiro la mano y mi mp3 salvador me rescata desde la mesa de luz.
Le doy Play a lo que primero que salte.
http://youtu.be/Jn-DcEjUuQw
Mis rezos musicales siempre me regalan respuestas mágicas.
“Blackbird singing in the dead of night / take these broken wings and learn to fly / All your life / you were only waiting for this moment to arise”...

lunes, 15 de agosto de 2011

LA VENIDA

Me llamo Manuela Leis Lema.
Bautizada así por la buena fortuna de mi hermana en un juego de azar familiar, donde se disputaron distintas opciones para mencionarme, y por la fascinación de mi madre con Julio Iglesias y su tema homónimo.
De cualquier modo, a lo largo de mi existencia me han apodado de mil formas: Meme, Memita, Manu, Manucha, Manola, Manoca, Lela, Leis, Leis Lema, Lele, Gallega, Porotito, Yanyito con cola, Gitana, Tortona y Tota son algunos de los que recuerdo así de un tirón de una lista que parece inacabable…
Desde mi llegada al Delta, me he ganado un nuevo mote: “La Venida”.
Así nombran por estos lares a los que no son isleños natos, los venidos… y yo soy una nueva integrante de ese exclusivo clan.
Finalmente, conocí de a poco a los lugareños… Había acertado con mi pronóstico y me sentí tan a gusto con sus respectivas locuras!
Hay un par de venidos más, pero casi todos son nacidos en las islas, o entre aguas (como sucede muchas veces porque no se llega a destino; de pensarlo me pongo nerviosa, pero, en mis planes está muy distante eso de parir, así que no me adelanto a panicosear).
Muchos son artesanos; hay quienes tienen cultivos de frutas; otros, abejas; hay un matrimonio de zapateros; algunos artistas bohemios y un fotógrafo retirado.
Nos vamos abriendo las puertas y las andanzas a medida que los días pasan, pero me siento bien compartiendo con ellos; me gusta escuchar sus historias y contemplar sus posturas ante ese mundo que es el mismo para todos, pero cada uno ve de manera distinta…
Voy aprendiendo de ellos a convivir con este nuevo entorno, a enamorarme de él y comprenderlo.
Si bien estamos a aproximadamente una hora y media de distancia del ruido de la ciudad, parece que estuviésemos en otro planeta.
Acá, cada arroyo tiene su leyenda, su gente, sus lugares de pertenencia. Las islas forman pequeños pueblos, donde la gente se aúna, como en otros tiempos, para lograr cosas en común.
Las horas transcurren de manera diferente entre el sonido del agua y el cantar de los pájaros.
Es un lugar que definitivamente está rodeado de soledad, de esa soledad de la que casi todos huyen, por temor, por aburrimiento.
Es un lugar que colabora ampliamente para conocerte, para encontrarte… para hacerlo a tu tiempo, no al de los demás…
No es que esté aislada de la civilización, para nada; cuento con teléfono, luz eléctrica y conexión a Internet, sólo que tengo un montón de verde hermoso alrededor y cielo limpio y el río en el fondo de casa y… ahhh!
Es tradicional de esta zona ponerle nombre a las casas…
Me tomé mi tiempo para pensarlo bien. Grave error, cuando pienso y pienso, no hay quien me pare.
Finalmente, armé con mi collage manía el cartel que ahora engalana mi muelle: “LA BIEN VENIDA”…

jueves, 11 de agosto de 2011

NO MAN IS AN ISLAND…

Dice la célebre frase... y yo me fui a vivir a una!
Coexistir junto al río no se parece a nada a lo que yo haya estado acostumbrada.
Bichito de ciudad desde la cuna, siempre disfruté del aire libre y me sentí más plena rodeada de naturaleza que de cemento, pero mis experiencias en campamentos o vacaciones no tienen punto de comparación con mi nueva rutina.
Tuve que aprender de cero.
Mi primer desafío, pasada la vorágine y la excitación de la vuelta de página en mi vida, fue lidiar con los miedos… Ni más ni menos. Maldita tarea.
El tema con los miedos es que uno no tiene a dónde escaparse, dónde esconderse… y mucho menos cuando sentís que estás en el medio de la nada, rodeada solamente de vos misma!
Agarrate Catalina!
Hay que hacer de tripas corazón y darle pa´delante, poniendo el pecho y tratando de seguir, de avanzar.
Los temores venían en formato guía telefónica o Libro gordo de Petete, como prefieran… Se abalanzaban sobre mi, estrepitosamente…
Me abrumaban tantas preguntas: ¿Qué hago yo acá? ¿Y si no me banco ni dos días? ¿Y si la isla está llena de locos? ¿Y si hay tormenta? ¿Y si se corta la luz? ¿Y si crece el río y se inunda todo? ¿Y si no puedo volver a tierra firme? ¿Y si pierdo los remos en mitad del agua? ¿Si me atacan serpientes y arañas? ¿Si me caigo en mitad de la noche y nadie se entera? ¿Si me enfermo y llueve y no me anda el motorcito de la lancha y me caigo al río y me atacan peces extraños y me muero y nadie se percata?
Uh, era terrible… Un torbellino que terminaba cerca de una película de terror clase Z.
Creí que iba a enloquecer… y aún no habían pasado 24 horas desde mi llegada.
Por suerte, no estaba del todo sola…
Chavela saltaba feliz por el parque, se revolcaba por el césped y se asomaba al borde del agua, hundiendo su hocico para formar burbujas sonoras.
Me arrancó una carcajada y eso me relajó.
Caminé descalza un rato y la vista me abrazó dándome la más cálida de las bienvenidas.
Si me muero, más tarde o más temprano, alguien se va a dar cuenta. Y, la verdad, si me tengo que morir, este es un buen lugar para hacerlo. Además, hay menos probabilidades de que me ahogue en el arroyo que tengo enfrente que de que me la den en un asalto en Capital, ponele, o que me pise un bondi, sino. Acá puede haber tantas bichas alrededor de mi casa como en Buenos Aires había ratas y cucarachas. Y si me quedo incomunicada y a oscuras, me abrazaré a Chave y cantaré con toda la fuerza de mis pulmones, como todas las veces que me atrapó el pánico. Si la isla está poblada por lunáticos, me uno al club y me dejo ser de una vez por todas! Y si no me lo banco ni un día, me vuelvo y veo qué mierda hago!!
Y, claro, me di cuenta de golpe qué hacía yo acá…
Vine a encontrarme conmigo misma, a conocerme…